lunes, 30 de marzo de 2009

Planeta

Hacía tanto tiempo que no la veía que terminé por desconocerla. Se plantaba delante de mí sonriendo y esperando una reacción por mi parte. Y yo, que esperaba también una reacción por la suya me quedaba mirándola, esforzándome por no tratarla como a una mujer cualquiera, es decir, mirarle las tetas. Y así transcurrían largos minutos de silencio. Ella dejaba de sonreír, cansada, y me daba por imposible. Entonces se daba ella misma la vuelta y salía de la habitación, momento en que yo dejaba de mirarle el culo y me detenía en la minuciosa observación del pomo que aún conservaría el calor de su mano.
No me movía sin embargo de la habitación. Del centro de la habitación bajo la bombilla desnuda, desnudo yo.
Antes o después entraba un doctor o una enfermera o un grado médico menor y daban vueltas alrededor de mí como asteroides capturados por mis invisibles fuerzas gravitatorias. Emitían un veredicto, o me bañaban o me pellizcaban el culo, o anotaban algo en una hoja y volvían a salir dejándome allí a oscuras tras cerrar la puerta y apagar la luz.
Entonces era yo verdaderamente un planeta errante por el vacío del cosmos. Con los ojos bien abiertos veía pasar soles y lunas y asteroides y meteoritos y polvo estelar. Viajaba lejos, muy lejos en las profundidades o exteriores del universo no sabía bien. Giraba en las volutas de las nebulosas, me resbalaba en los pozos sin fondo de los agujeros. Cantaba en el silencio inmisericorde del infinito cabalgando un asteroide como el Barón de Munchausen. Hasta que la luz hería mis ojos y otra vez penetraba en mi espacio estelar una bata blanca con una cabeza sonriente asomándole arriba y unos piecesitos calzados con zuecos blancos debajo.
Años o siglos después, tal vez segundos o meros instantes sin nominar volvía ella. Abría la puerta y saludaba como si me conociera de siempre. Observaba cómo mi pene hasta entonces fláccido se erguía ante su presencia y sonreía: “me conoces, sé que me conoces”, murmuraba y me hablaba durante horas. Un día le hablé:
“Tu eres un alma errante. Pero yo estoy quieto”. Ella afirmó con la cabeza, convencida. Luego giró el pestillo de la puerta y se desnudó. Desnuda comenzó a darme vueltas alrededor. De pronto desapareció detrás de mí. Oía su respiración cada vez más agitada. Me abrazó por la espalda y noté la presión de sus senos y el cosquilleo de su pubis en el culo. Ese contacto me comunicó un estremecimiento y eyaculé. Una gota de semen alcanzó la puerta y luego comenzó a resbalar por la madera hasta el suelo. Ella continuaba gimiendo detrás de mí, agarrada a mi pecho. ¿Tal vez llorando?
Cuando desperté estaba tumbado en la cama, la fría bombilla seguía encendida colgando del centro del techo y balanceándose levemente. Sentí frío y me cubrí con unas sábanas revueltas que había a mi lado.
Dicen los médicos que me estoy recuperando, pero no me dicen de qué. Dentro de poco, afirman, querré salir y luego me iré para siempre con ella, dicen. Ella ha vuelto varias veces y hablamos de cosas que desconozco, cines, coches, países, aceite y vinagre, supermercados. Ella parece feliz.

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Creo que se me ocurrió esta historia después de ver la película de Bela Tar: Las Armonías de Werckmeister. Basada en una novela de Lazslo krasnahorkay de hermoso título: "La melancolía de la resistencia"

Un gato enamorado

Como un gato que te trae un lagarto muerto y te lo pone a los pies en señal de respeto en la confianza de que sabrás apreciar su gesto.
Pero tu, con la punta del zapato, lo apartas con asco a un lado.
Y el gato, que no comprende, vuelve a ponértelo delante esperando, no sé, que te lo comas, que le des unos golpecitos en la cabeza.
Pero tú te das la vuelta y vuelves con una pala y un cepillo y depositas el cadáver en el cubo de la basura.
Y el gato te mira, te mira, te mira, te mira, te mira.
¡Qué solo está el gato!

martes, 24 de marzo de 2009

El cuarteto de Nos

He vuelto a enamorarme. Esta vez de un cuarteto al completo. Son Uruguayos y cantan cosas como esta:


Llevan 20 años funcionando con gran éxito en Uruguay. Bastante menos en paises del alrededor. Alguna vez han venido a España y han tocado en Barcelona por lo menos. Yo los acabo de descubrir por un programa de Radio 3. Me llamó la atención esta canción y quise profundizar.
Tienen unas letras geniales, humorísticas y extremadamente irreverentes. Me gustan porque esta irreverencia hacia todo hace que uno hasta reconsidere su propios mitos sobre sudamérica. (Se ríen de Zitarrosa, por ejemplo y tachan de bodrio intragable "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano. Modifican canciones como "La niña de Guatemala" ("El niño de Guatemala"), basada en un poema de José Martí, que yo he escuchado en una magnífica versión de Nacha Guevara - que también colabora con ellos en un tema Mabel) Algo que hacen muy bien es reirse de los tópicos sobre sudamérica. Sus letras se mueven de personaje a personaje y nos muestran cada absurda circunstancia desde dentro. En fin, son una fiesta.
Musicalmente no tienen un estilo definido; aunque son, evidentemente, un grupo de rock - dos guitarras un bajo y una batería - lo mismo te suenan melódico, que folcórico, que intentan un tema heavy ("Mamá, el bajista me está pegando") o hacen un tema al estilo beach boys.
Hacen eso que se llama humor inteligente que significa que hacen un humor que yo puedo entender y que siento no me degrada demasiado como persona cuando me río con él. (Y sin embargo he de reconocer que en ocasiones rozan la chabacanería y en otras se revuelcan directamente en la provocación por la provocación lo que los hace aún más admirables en el sentido de nada parece atarles a una cierta corrección)

jueves, 19 de marzo de 2009

Prácticas inmorales

A propósito de la visita del papa a Africa, vuelve a surgirme la perplejidad que me provoca el rechazo de la iglesa a las prácticas sexuales. No comprendo en absoluto las razones que pueda tener nadie para reprobar una práctica que se realiza en la intimidad y que cuando se está realizando implica una comunicación no ofensiva entre dos personas. Más me escandaliza, por supuesto, el rechazo a la sagrada práctica de la masturbación en la cual uno actúa consigo mismo sin afectar a nadie, sin repercusiones más allá del lugar que uno ocupa. Es que no puedo explicármelo. (Bueno, alguna vez he intentado darme una explicación histórica)
Esta irracional represión es la que provoca el absurdo de tener que rechazar el preservativo como instrumento de prevención del sida. Desde este punto de vista es perfectamente lógico. Si rechazas la práctica no puedes recomendar que se realice de una u otra manera. (Aunque ya es excederse ir por ahí diciendo que lejos de prevenirlo, el uso del preservativo propicia el contagio)

Argumentaciones que he escuchado aluden a la moral y a la ofensa a Dios. Pero no creo que una moral natural, no cristiana o sometida a otras absurdas creencias, tuviera nada que reprochar a que una o más personas sean físicamente felices en una habitación o un lugar convenientemente apartado (más que nada para no empujar o incomodar a otros con el trajín). En cuanto a la ofensa de Dios, se me hace un Dios completamente ridículo ese que se ofende por algo intrínsecamente bueno.

Por otra parte he tenido ocasión de leer muchas veces los evangelios, y en ellos predomina algo que la iglesia a veces pierde como referencia, el amor por el semejante. Si algo se predica en los evangelios es la aproximación al otro, la compasión y el amor por el otro, con independencia de su condición: mujer, leproso, soldado romano. A cualquiera se le da ayuda de cualquier tipo. Con todos debemos estar en paz. A la luz de los evangelios no creo que las prácticas sexuales hubieran sido censuradas por el personaje Jesucristo que se dibuja allí. Sencillamente porque en esos escritos solo se censura la hipocresía, la falta de amor, la discriminación, la avaricia (y también la falta de compromiso, la pusilanimidad)
Una argumentación que acepto, en cambio, y que la Iglesia utiliza muy poco, es la práctica de la abstinencia como un esfuerzo personal de superación. Allá cada cual la manera que elige para superarse o reforzar su confianza en sí o lo que quiera que signifique eso de la autosuperación. Otros intentamos fumar poco y pensamos siempre en comer un poquito menos de lo que lo hacemos. Cada uno sabe sus debilidades y dónde tiene que luchar para superarlas.

Pues eso, que allá fue el Papa a reprobar a los millones de africanos con sida que hayan intentado pasar un buen rato con un semejante (aunque una gran parte de las mujeres – y probablemente tambien los hombres - que tienen sida se contagiaron a causa de una violación) y que si se hubiesen limitado a mirarse tiernamente y a rezar no habrían sido castigados.

lunes, 16 de marzo de 2009

did I ever tell you the story about a man who taught his ass to talk?

je vous comptai quelquefois l'histoire de l'homme qui a enseigné à parler à son cul?
我 曾经对您讲不讲过故事大约 一位男人教了说话他自己屁股?


A mi me parece que en sí el título es ya la historia. Pero por si desean leer una versión de la historia hela aquí.