sábado, 31 de diciembre de 2011

Este mundo loco

Haciendo un cálculo a lo bruto, en mi familia, que somos tres y un perro, coche, internet, seguros varios etc, gastamos una media diaria que está por debajo de los ciento cincuenta euros. Les aseguro que hago lo que me da la gana, compro libros, salgo de juerga con los amigos, voy a restoranes, viajo, en fin, hago lo que me da la gana, aunque es verdad que no tengo mucha ambición. Pero ese es mi ritmo de vida, y es así como soy feliz. Bien, necesitaría un ingreso anual de 150*365=54750 euros anuales para llevar el tren de vida que me gusta, sin sacrificios. Pues cuando me entero de que hay gente que cobra 2.3 millones de euros anuales es decir 2300000/54750=42,01 veces más que yo me pregunto: ¿qué hacen con todo ese dinero? ¿Bañarse en él como el tío Gilito? Joder yo sería feliz hasta la nausea con una asignación de mil euros diarios, total 360000 euros, es decir 6,39 veces menos que este tío y no tendría ni puta idea en qué gastar mil euros por día, tendría que ir dejándolos como miguitas de pan por el camino. Para qué coños quiere ese tío seis mil euros diarios si luego se pasa todo el día en la oficina. Que estoy seguro que se pasa todo el día en la oficina o colgado al teléfono. Es realmente incomprensible este mundo loco.

Cabelleiro

-A coisa dá errado
Sim, muito ruim, não o Benfica a descer.
-Eu estava me referindo à política.
"Eu não sei, senhor, eu nunca entrar na política.
-Você já muito bem, ficando na política é como ...
- É essa senhora esperando por você?
-O que mais eu, deixe-me assegurar-lhe que o tempo agradável, próximo tentar ser tão
-Muito seguro, eu vejo, Miss parece ansioso para telefone
Seu namorado não serão devolvidos
-Claro, ou você está com o outro.
-O outro é gordo, ri muito
- Você sabia?
"É minha esposa
- Que sorte você!
-Se tu o dizes.
"Minha esposa é alto e esbelto, e mais seco do que um carocho
Ele mudá-la para a mina, se ele é removido quando o namorado da menina
-Se você não se importa eu vou ficar com a garota, você pode ficar com minha esposa
E o cara saiu da mina, que você goste. Você verá o que perdura.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Entorno a mí

¿Qué parte de mí soy yo y qué parte soy todo lo demás que influye sobre mí? Cuando me gusta un libro, cuando disfruto una cerveza, cuando me masturbo, cuando elijo una botella de vino, cuando me compro un helado: ¿cuánto de mí hay eligiendo, tomando esa decisión, y cuánto es impuesto por todo lo que influye sobre mí? Lo que influye en mí, también influye en los otros, pero no todos recibimos esa influencia de la misma manera y en la misma cantidad, ni todos respondemos a esa influencia de la misma forma. Esa diferencia nos diferencia. Algo hay en nosotros que nos hace ser distintos a todos los demás. Pero ese algo no lo controlamos nosotros, es nosotros sin que nosotros, con nuestra voluntad, podamos intervenir en ello. De alguna manera creemos – creo – que nuestra voluntad es “yo”, pero lo cierto es que mi voluntad, mi control sobre mí mismo está condicionado y que si algo de mí hay en mí, si a algo puedo llamar yo, es, debería ser, algo que no tiene conciencia de sí, de mí, que no sabe que soy yo pero que es más yo de lo que la parte de mí que escribo esto es.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Sentir

Es cierto, no me basta vivir,
eso ya lo hace mi perro, y está bien,
los árboles del parque, tantos años,
eso también lo hacen los mendigos de los bancos,
vivir, qué interés tiene una vez que ya estás vivo,
no, no solo quiero vivir, quiero sentir,
y quiero sentir que siento
y no acostumbrarme nunca a eso
nunca, maldita costumbre.

Mansilla y los Espías

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Cuándo fue ayer?

Qué antiguo parece todo.
Ayer ¿cuándo fue?
¡Todo ha cambiado tanto!
Qué antiguo y qué pobre
a la luz de hoy.
¿Y mañana?
¿Cómo será hoy mañana?
¡Todo cambia tan rápido!
De ayer a hoy han pasado mil años.
Y luego pasan mil años siendo siempre hoy.
¿Cómo puede ser todo tan raro?

lunes, 19 de diciembre de 2011

El rato que no fui yo

Solo sé que ya no era yo. Ese yo que solo habla de sí. Que era otro el que andaba por aquellas murallas. Sin pensar. Viviendo solamente. No. Ya no era yo. Y estaba en mí como podría haber estado en otro. Un cuerpo cualquiera. Ausente de sí. De él que ya no era yo. Y él, que no era yo, andaba, leía el periódico, compraba un regalo. Sonreía a la muchacha de la cafetería, dejaba propina. Miraba los puestos del mercado. Y yo trataba de salir, pero él, que era yo pero otro, no le dejaba. ¡Quédate ahí, en tus oscuridades, maldito, estoy muy ocupado siendo feliz para perder el tiempo contigo! Ya volverás de nuevo, lo sé, ya volverás. Soy yo el que te ocupo, lo sé, déjame un rato, déjate un rato ser lo que siempre has sido nunca. Ese otro que eres y que matas diariamente, que me ahogas en tu inmenso lago de ti. Lago cenagoso, inútil. Déjame subir a la superficie solo hoy, solo este rato, gozar del sol, de estas vistas, de este libro idiota que me he comprado porque sí. Preso liberado por un día de la cárcel de sí. Y por un dia, o dos, no fui yo. Y vengo muy contento de no haberlo sido. Y aquí estoy, señores, en mí de nuevo, pero otro, espero. O no. Tal vez el mismo. Tal vez soy yo otra vez. Y nada ha cambiado, salvo el recuerdo de haber sido otro. Otro que pude haber sido siempre. Pero ahora solo soy yo otra vez. Y me echo de menos. Te echo de menos. Gracias.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sobre el trabajo. Un pasaje de René Guenon

"Contrariamente a lo que piensan los modernos, no importa cuál trabajo, hecho indistintamente por no importa quién, y únicamente por el placer de actuar o por necesidad de «ganarse la vida», no merece ser exaltado de ninguna manera, y ni siquiera puede ser considerado más que como una cosa anormal, opuesta al orden que debería regir las instituciones humanas, hasta tal punto que, en las condiciones de nuestra época, ocurre muy frecuentemente que el trabajo llega a tomar un carácter que, sin ninguna exageración, se podría calificar de «infrahumano». Lo que nuestros contemporáneos parecen ignorar completamente, es que un trabajo no es realmente válido más que si es conforme a la naturaleza misma del ser que lo hace, si se resulta de ella de una manera en cierto modo espontánea y necesaria, de suerte que no es para esa naturaleza otra cosa que el medio de realizarse tan perfectamente como es posible."
René Guenon. Iniciación y Realización Espiritual.  Sobre la "glorificación del Trabajo".

viernes, 9 de diciembre de 2011

El tiempo de vivir

Ha llegado el tiempo de vivir a como sea,
a como salga, vivir,
ya no podemos esperar a hacer las cosas bien,
para que en el futuro todo vaya mejor.
Ha llegado el tiempo de vivir desesperadamente,
vivir sin ahorrar para mañana,
ha llegado el tiempo de correr, de no correr
de sentarse a soñar,
ya nadie nos asegura un futuro, solo tenemos presente,
hay que vivirlo, a como salga, al rumbo,
hay que abrazar, y vivir, y beber, hay que reir,
no olvidarse de eso.

Un mundo satisfactorio para gentes razonables

Sí, un mundo satisfactorio para gentes razonables, y con dinero. Que puedan pagarse el agua de colores, los cuartos de baño telecomandados, los pollos de catorce patas, exquisitas todas ellas. Porque esa idea de un mundo satisfactorio para todas las gentes es una idea repulsiva para muchos, inconcebible para otros, o simplemente, tal y como se encaminan las cosas, inimaginable para la mayoría. Volvemos atrás. Hemos estirado la goma hasta su máximo alargamiento y volvemos atrás. A los tres trabajos a jornada completa para sobrevivir, a parchear los desperfectos de las viviendas con cartones y maderas recuperados de los vertederos, a intercambiar cromos ajados de tanto manipularlos, a cultivar verduras en los parterres, a criar gallinas en las azoteas, a ir caminando a todas partes, a pasarnos media semana sin luz y otra media sin agua corriente, a ir a casa del vecino a ver la televisión y a llamar a los amigos por las cabinas de la calle, a gastar la ropa hasta darle la vuelta y que vuelva a parecer nueva, a cubrir los agujeros de las suelas de los zapatos con cartón hasta el mes que viene a ver si sacamos para un par de zapatos nuevos, a comprar en el economato de la empresa, a pasar las vacaciones en el pueblo. Volvemos atrás, a los viejos buenos tiempos de cuando la gente se saludaba por la calle, y los vecinos salían por la tarde a charlar al fresco, a cuando si había que echar una mano se echaba, a llevarle unas galletas a la vecina de enfrente y traerse unas truchas de batata que ella acaba de hacer, a gritar por la ventana en fin de año, “veciiinoooos, feliz aaaañooo”, a saludarnos en los velatorios, a visitar los domingos por la tarde a los familiares, al bar del barrio a ver los partidos, al polvo de los sábados por la noche.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Todo es mentira


Quise profundizar sobre este asunto: ¿A qué se refería cuando decía que todo era mentira? Pienso que cuando uno realiza una acción con toda la entrega, cuando uno se mete verdaderamente en ello, lo hace porque cree que eso que hace, de alguna manera le justifica en la vida, le da una explicación a su propia existencia, y mientras a uno le dura la pasión cree de verdad en ello, que toda su vida ha sido tramada para alcanzar ese momento a través de ese medio: la música, el amor, un acto heroico, un campo de béisbol en Iowa. He experimentado personalmente también el terrible miedo de no alcanzar esa explicación, de no cumplir con ese acto en el que anda uno tan profundamente empeñado, el miedo a que la vida de uno no sea más que un terrible fracaso, una inutilidad si no una violación flagrante del hecho de vivir.
Entonces, en un momento, toda esa intensidad, toda esa potencialidad de posibles desaparece en un soplo, se desvanece o estalla como un globo pinchado, y se queda uno como en la canción de Serrat “chupando un palo y sentado sobre una calabaza”. Toda la pasión que habías puesto en ello se disipa cuando el hecho termina, cuando los humos se extinguen, los resultados, buenos o malos, se echan para atrás faltos de contenido y no hubo nada; vuelves a mirar hacia delante y lo ves todo vacío, por hacer, igual de inexplicable que antes, nada ha pasado.
Y es cuando echo mano de estas reflexiones. Que tal vez sean un consuelo pero que tal vez estén más próximas a la verdad que esas esperanzas de alcanzar una especie de cielo de clarividencia soberbia sobre para qué carajos he nacido.
En el reboso de la marea convengo en que es verdad, que todo es mentira: nada ni nadie nos justifica ni nos da razón para vivir. La vida es una insatisfactoria sucesión de pequeñas vivencias, y momentos de modestísima e instantánea plenitud: un café por las mañanas, un abrazo, una caricia, un cuento que te hace llorar, un paseo por la playa.
Advierto la profunda verdad de esta reflexión y trato de instruir a mi cuerpo y a mi mente con ella, pero soy un poeta; y hoy lo digo con desolación cuando otras veces lo proclamo con orgullo. No consigo conformarme con esa sucesión de pequeños milagros cotidianos durante demasiado tiempo. Y a falta de iniciativa física que me empuje a escalar el Everest o perderme más allá de los Urales en la Siberia profunda, me entrego a denodadas luchas contra gigantes que parecen molinos pero que al final sí lo son. No estoy conforme con mi inconformidad, ni siquiera estoy de acuerdo con ella, la veo, en estas ocasiones como esa alergia que me visita a comienzos de año y ya no me deja hasta marzo.
Desde ahora y para siempre, sobre este tema, declaro solemnemente estar equivocado. No ansío la cotidianeidad, pero debería, no disfruto siempre de los pequeños momentos, pero debería, no creo en mí, pero debería.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Todo tiene fin

Quisiera estar para siempre,
pero sé que un día me iré.
Me olvidarán quienes ahora me sueñan.
vago recuerdo de un pasado remoto:
“¡ah!, sí, lo recuerdo” y ya.
Sé que un día me iré y sé
que un día te irás, te olvidaré,
no serás nada
más que un vago recuerdo:
“¡ah!, sí, la recuerdo” y ya.
Aceptar esto es aceptar
que ya estamos muertos,
que no hay amor que valga,
que “te quiero” es solo una palabra o dos,
que ahora es nunca, no siempre,
que todo está perdido
y que cada alegría está manchada
por una despedida,
que todo
tiene
fin

martes, 22 de noviembre de 2011

Cloaca


Bienvenidos a Garrafa, la única ciudad del planeta Cloaca.

Cloaca está a unos 10000 años luz de la Tierra.  El primer explorador que llegó aquí fue uno de los  convictos fugado de Grenan tras el motín que acabó con la destrucción de esa colonia penal. De los catorce que se salvaron, Garuk Almeida vino a dar, por los azares del transportador, a este mundo deshabitado, descolorido, seco, esta pocilga o cloaca como él la llamó en sus diarios. Disponía de un aire algo saturado de azufre, de una vegetación rala pero suficiente y de un agua de extraño sabor que no le mató tras probarla. Después de Grenan aquello le pareció el paraiso. Sobrevivió los primeros días con provisiones que traía consigo. Le duraron lo suficiente para comprender aquel mundo y empezar a explotarlo en su provecho. Cinco años después alguien detectó su señal de socorro. Le visitaron. Consiguió convencer a sus visitantes de que aquel lugar era explotable y se convirtió en un factor de la Compañía de Explotaciones Interestelares. Entre los minerales era raro encontrar novedades en la galaxia, la tabla periódica es fastidiosamente limitada, pero la vida vegetal y animal del planeta podía llamar la atención de los elitistas habitantes de la Tierra, siempre ávidos de novedades.
Después de su rehabilitación, que consiguió como resultado de la investigacion que se inició  tras conocerce en La Tierra el grave motín de Grenán, y que concluyó en que los principales responsables habían sido los gestores de la colonia penal, Garuk viajó a la Tierra y se trajo algunos colonos. Así se fundó la primera ciudad de Cloaca: Garrafa.
Doscientos años después En el centro de Garrafa, el peor barrio de la próspera ciudad,  podrida por el hollín, las bacterias “come piedras” y los orines de los gatos, se sostenía a duras penas la estatua de Garuk Almeida, al que nadie recordaba ya.
La ciudad fue creciendo hacia la periferia. Cada nueva arribada de colonos fundaban una nueva metrópoli en perímetro externo de la anterior ignorando a los antiguos habitantes, compitiendo con ellos hasta derrotarlos con superiores tecnologías de explotación y comercio y nuevos derechos que promulgaban desde la Tierra sin reconocer los antiguos derechos concedidos antes. La corrupción política en la Tierra, sometida a las compañías mercantiles, volvía papel mojado cualquier acuerdo al cabo de unos pocos años Terrestres. La ciudad crecía hacia el exterior mientras el interior se iba pudriendo en un extraño crecimiento vegetal. A medida que nuevos edificios eran levantados, los antiguos eran abandonados por las élites. Estos quedaban ocupados por los desheredados, que habitaban esas viejas estructuras hasta que se caían de pura podredumbre.
La Garrafa primigenia al cabo de una generación ya era solamente el barrio de Potingue. Hubo un intento de rebelión contra los nuevos habitantes de la periferia que se arrogaban derechos de organización y gestión completamente al margen de los promulgados en la ciudad en la que presuntamente se estaban estableciendo. Hordas de ciudadanos de Garrafa que veían sus prerrogativas como primeros colonos desdeñadas y su organización ciudadana completamente obviada por los nuevos pobladores, se levantaron contra ellos y fueron derrotados y aislados por un muro. Así nació el barrio de Potingue. Pero así nació también el barrio de Calamidad, que rodea a este, cuando la siguiente generación de pobladores se comportó de la misma manera  con los antiguos usurpadores. Y así fue creciendo la ciudad hasta convertirse en la urbe anárquica, descontrolada y próspera, que es hoy en su parte más externa, y completamente abandonada, podrida en su interior.
El barrio de Potingue pues, no es más que el último lugar, el agujero del enorme retrete que es Garrafa. Pocos edificios quedan reconocibles de aquellos primeros que vio levantarse Garuk Almeida. Su propia casa, enfrente de la estatua que él mismo hizo levantar en el centro de lo que fue la primera plaza es hoy una muela cariada, derrumbado sobre sí misma. Junto a él se levanta el que fue ayuntamiento del que Garuk se nombró primer alcalde. Y detrás de su estatua está el alto edificio del hospital. Puede decirse que esas tres construcciones son la semilla de la historia de esta ciudad. El resto de casas, hoy prácticamente escombros, fueron construcciones unifamiliares apelotonadas alrededor de estas, todas mirando hacia la plaza central de la que parten las tres principales calles radialmente. Estas tres calles principales chocan abruptamente contra el viejo muro que la aisló en su momento de la primera periferia de Garrafa y que hoy es Calamidad. Las calles de Calamidad no se correspondían en absoluto con la planificación que Garuk pretendía. Él esperaba que su ciudad fuera creciendo a lo largo de estas tres avenidas principales, pero los nuevos colonos ignoraron estas normativas, se saltaron los planes de desarrollo y desarrollaron de una manera anárquica. El laberinto de calles, callejones, pasillos, pasos elevados y subterráneos, realizados sin ninguna planificación hacen imposible orientarse por Calamidad. Los siguientes pobladores fueron mucho más ordenados, y a la tercera periferia se la llamó Ciudad Jardin. Aún conserva ese nombre, pero el espíritu ha volado. Más allá siguen Nueva Garrafa. Que ya no es nueva y Glandeburg. Por fin, rodeando todo esto está la última excrecencia de Garrafa: Nueva7York, el emporio del comercio Intergaláctico de esta región.
Aún puede admitirse que Ciudad Jardin es un barrio de Nueva7York en tanto que recibe de ella servicios: alumbrado, agua corriente, vigilancia policial; la mayoría de los que aún habitan allí forman el “bajo mundo” de Garrafa: drogas, prostitución, literatura. Calamidad y Potingue son considerados literalmente nidos de gatos y escombro. No se concibe a los pocos habitantes humanos de esos lugares como congéneres. Alguna vez un alcalde ha propuesto limpiar toda esa zona y hacer un enorme parque central donde los ciudadanos de Garrafa pudieran tener un lugar de esparcimiento. Naturalmente no fue más que una propuesta electoralista y precisamente la causa de que no fuera reelegido.
Desde el cielo nocturno, Garrafa parece una diana, con sus secciones circulares iluminadas a diferente escala. Primero, el anillo brillante de Nueva7York. Después las luces más apagadas de Glandeburg a la que le siguen las luces más tenues de Nueva Garrafa. Ciudad Jardín es apenas distinguible como una franja amarillenta, y por fin la ocuridad total de Calamidad y Potingue, en el centro.
Gluck vive en la quinta planta del Hospital. Desde su ventana ve, allá abajo, la marchita estatua de Garduk, su antepasado. La plaza parece una anomalía en el paisaje que se observa desde allí. Un espacio despejado que parece acosado por las montañas de escombros que le rodea. También se mantienen despejadas las tres amplias avenidas. Desde su ventana el puede ver las dos que se abren una hacia el sur este y la otra hacia el sur oeste. Entre las dos, el edificio del Ayuntamiento, una construcción muy sofisticada con una enorme terraza que permitía a Garduk arengar a las masas reunidas en la plaza. Junto a él la vivienda de Garduk que ahora yace hundida sobre sí misma. También ve el muro que rodea Potingue. La única portada de paso a Calamidad está en la tercera avenida la que parte junto al edificio del hospital. Desde lo alto puede ver las franjas radiales de casas entre las avenidas. Apenas se distinguen las calles. Nadie se ha preocupado de despejar esos espacios durante años de desmoronamiento de las construcciones. Si fija la vista puede llegar a ver algún punto de luz de otros ermitaños, como él, que sobreviven, voluntariamente retirados del ajetreo periférico, en esta podredumbre. A lo lejos el brillo de Nueva7York parece un amanecer que se demora largamente.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Olivia y el fantasma

-Por favor, ¿quieres dejar de mirarme?
-¡Oh!, perdona. Me sorprende que te hayas dado cuenta. Soy un hombre invisible.
-Es que yo tengo una sorprendente capacidad de visión. Visión de la invisibilidad, la llaman. En cambio soy ciega para todo lo que sea azul.
-Yo llevo calzoncillos azules.
-Es un detalle que no me interesa en absoluto, por el momento.
-Si es por el momento, puedo esperar, y recordártelo más tarde, cuando pueda interesarte.
-Tendrá que ser muy tarde, por lo menos dentro de cuatro o cinco gin-tonics.
-Además de ser el hombre invisible soy el hombre intemporal, el tiempo no tiene sentido para mí.
-Yo en cambio envejezco muy rápido. La vida de las mariposas me parece eterna.
-¿Cuánto vive una mariposa?
-Una eternidad.
-Pues es verdad. Para mí también. Una eternidad o un instante, es igual.
-No, no es igual. Un instante es muchísimo tiempo.
-No me importa.
-A mí sí.
-Cuando te desnudas, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies. Cuando te vistes, ¿por dónde empiezas?
-Por los pies.
-No me pareces un tipo interesante.
-Eso es porque no soy un tipo interesante. Significa que tienes intuición para identificar a los tipos que no son interesantes.
-Eres un tipo lógico. Me gustan los tipos lógicos.
-Gracias. Es una facultad que heredé de mi bisabuela.
-Yo también tuve una. Alguna vez. Supongo.
-Todos hemos tenido muchas bisabuelas, no te acordarás.
-No. Al tercer gin-tonics ya no me acuerdo ni de mi abuela. Y al cuarto, se me van evaporando de la memoria mis padres.
-¿Y qué pasa al quinto?
-Olvido mi nombre.
-Pues dímelo rápido porque ahí viene el camarero. Yo me erigiré en el guardián de tu nombre. Mañana cuando, te despiertes, te lo recordaré.
-Mi nombre es Olivia. ¿Me prometes que no lo olvidarás nunca?
-Te lo prometo, aunque no sé muy bien qué significa nunca.
-Pues entonces prométeme que lo recordarás siempre.
-Te lo prometo, aunque para mí siempre es siempre.
-En ese caso bastará con que lo recuerdes, simplemente.
-Recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Que recordar se me da bien.
-¿Qué dices?
-Esta conversación se está volviendo muy monótona. Ven. Déjame acompañarte. ¿Recuerdas dónde vives?
-No recuerdo ni que viva siquiera. ¿Eres otro fantasma?
-No, sólo soy invisible.
-Con razón.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salmodia del hombre feliz que tenía dudas

¿Y si no lo merezco?
¿Y si no merezco la suerte que he tenido?
¿Dónde pago yo eso ahora?
¿Qué demonio vendrá a partirme las piernas
a cuenta de los intereses que debo?
¡Alejen de mí esos ángeles tentadores!
¡Alejen de mí el Paraíso!
Díganme primero el precio que debo pagar.
No me dejen en la incertidumbre de la deuda.
Denme mi cuota de dolor ahora.

domingo, 6 de noviembre de 2011

¿Y qué si ya no fui?

Y qué si ya no fui aquel que quería ser,
a qué andar lamentándose.
Acarreemos el fardo de nuestra vida silbando.
Agradezcamos lo que tenemos, que es mucho.
Agradezcamos, oh gracias, lo que nos da todavía,
pero no deseemos lo imposible,
que ya no es tiempo.
Ya no es tiempo de desear,
ya no es tiempo de lamentarse, ni llorar,
no estamos en edad de eso.
Estamos en edad de disfrutar lo que hemos tenido,
lo que aún conservamos,
y aspirar, oh gracias, a alguna sorpresa
con que esta pícara vida
nos quiera alegrar los postreros días.

martes, 1 de noviembre de 2011

El Retrato de Riforfo Rex

En El Retrato de Dorian Grey, el tal Dorian tenía un retrato que iba acumulando en sus rasgos toda la maldad del tiempo y también la que el propio Dorian ejercía sobre los demás, mientras que este permanecía joven y fresco como el mismo día de inocencia en que fue modelo para ese cuadro. El otro día cuando fui a pagar y me fijé en la foto de mi carnet, me vino a la mente la idea de que yo era el retrato de Dorian Grey de mis fotografías. Yo iba acumulando la maldad del tiempo y el resultado de mis propios actos inicuos mientras que ellos - los yoes fotografiados - permanecían anclados en el tiempo y en el grado de inocencia que tuvieran entonces. 

Esto, claro, es un juego de palabras, porque las fotografías sólo son una representación química de una imagen, adaptada a la particular forma de percepción de nuestros ojos, es decir, nada en el infinito universo, espacio y tiempo.

viernes, 28 de octubre de 2011

Mi gran oportunidad


La señorita Verónica me envía desde Burkina Faso un correo muy sugerente solicitándome mi colaboración. Me dice, la muchacha, que imagino hermosa e inteligente, a la par que tierna y sensual, que no me ha elegido al azar, que se ha demorado mucho en seleccionarme y que espera que no la decepcione. Me promete pingues beneficios, no solo materiales, del negocio que pasa a exponerme a continuación.
Cuenta, esta mujer, que trabaja en un banco en aquel país. Indica, naturalmente, el nombre del banco, un nombre con muchas oes y ues revueltas con un montón de consonantes, que resulta completamente inadecuado para la pronunciación castellana. Y detalla que ha dado con una cuenta de un cliente extranjero que contiene una cantidad de dólares, suficiente como para tener que revisar los conceptos sobre representación decimal y contar posiciones de los dígitos para hacerse uno una idea de lo que aquello significa, desorbitada. Pues bien, ella  tiene constancia de que el cliente, y toda su familia, han muerto en un accidente de aviación.
Esta cuenta, sigue relatando Verónica, lleva inmovilizada varios años, y es ley en el lugar que cuando una cuenta lleva en ese estado un número de años, el banco tiene obligación de comunicarlo a la Reserva Federal del Estado, para que se haga cargo de sus fondos. Pero este es un país africano, y como todos sabemos, no hay excepciones a la regla, todo país africano está gobernado por corruptos. Por lo que no le cabe la menor duda, a mi juiciosa muchacha, de que el dinero nunca alcanzará ese destino, sino que quedará retenido por la caterva de ministros, secretarios y subsecretarios, descontada convenientemente la parte del león del presidente.
Ahora bien, ella es una mujer honesta, y su honestidad no le permite contribuir a esta degeneración del sistema. Sería su deseo, y en eso la admiro profundamente, que este dinero ayudara a solventar las auténticas necesidades del país, extremadamente pobre, en lo que a las capas populares se refiere, para lo cual necesita de una ayuda extranjera que, con intención puramente altruista, colabore con ella en realizar los trámites necesarios.
No me propone, desde luego, que le envíe mi número de cuenta corriente para hacerme una transferencia de ese dinero, como suelen solicitar en esos mensajes en los que tratan de timarte utilizando subterfugios parecidos, acudiendo a motivar la avaricia que se le supone a todo occidental. No, antes me sugiere que nos pongamos en contacto para conocernos y, sobre todo, confirmar ella que no se ha equivocado en la elección de la persona adecuada para realizar esta abnegada labor de redistribución de la riqueza. No quiere, naturalmente, que piense que solicita mi ayuda de forma completamente altruista, sabe que eso no sería justo viniendo de una persona desconocida, y me propone que me quede con una pequeña parte del montante,  por los riesgos que voy a correr si me presto a ayudarla en este asunto, dado que, en cierto modo, estamos violando la ley, si bien es cierto que lo estamos haciendo antes de que otros, igualmente desautorizados para ello, lo hagan con peor resultado.
Así pues, esta buena Verónica me envía sus datos y una dirección de facebook donde me podré poner en contacto con ella. A través de ese medio podremos conocernos mejor, y elaborar un plan de acción preciso que implicará, naturalmente transferir el dinero a una cuenta de mi propiedad o tal vez conjunta, si las leyes de mi país lo permiten, para luego  utilizar ese dinero de la mejor manera posible aliviando las penurias de sus compatriotas, sea construyendo escuelas, sea donando el dinero a instituciones que lo sepan emplear sensatamente.
Estoy muy ilusionado con este asunto pues hace ya algún tiempo vengo atravesando una etapa de penuria moral. Supongo que serán los años que se me echan encima cada vez con más premura y siento que no he cumplido en mi vida ningún propósito verdaderamente digno del inmenso favor que se me ha concedido al disfrutar de la existencia. No pienso desaprovechar esta oportunidad que me da la vida para demostrarle que no ha perdido el tiempo gastando su energía en mí. Al mismo tiempo, y me da pudor confesarlo, siento por esta mujer una rendida admiración que, me temo, muy fácilmente podría cruzar al amor. Admiro su valentía y honestidad que, así lo deseo, aunque no lo considero estrictamente necesario, a buen seguro está adecuadamente equilibrada con un arropamiento de belleza y simpatía.

domingo, 23 de octubre de 2011

La vida breve. Onetti. extractos.

/.../con la humildad del que se aburre a pesar de sus mejores deseos.

La desaparición de la fe en la sorpresa.

A esta edad es cuando la vida empieza a ser una sonrisa torcida.

/.../me bastaría con aportar minuciosamente pequeñas justificaciones cínicas para poder aceptar mi fracaso/.../ aceptarlo con la resignación anticipada que deben traer los cuarenta años.

¿Puede ser tan fácil? ¿Fue tan fácil durante todos estos años, desde siempre?

/.../supe que no es el resto, sino todo, lo que se da por añadidura; que lo que lograra obtener por mi esfuerzo, nacería muerto y hediendo; que una forma cualquiera de Dios es indispensable a los hombres de buena voluntad, que basta ser despiadadamente leal con uno mismo para que la vida vaya encajando, en momento oportuno, los hechos oportunos.

/.../a la espera del momento en que el hombre que me había alquilado la oficina - se llamaba Onetti, no sonreía, usaba anteojos, dejaba adivinar que sólo podría ser simpático a mujeres fantasiosas o amigos íntimos -

Toda la ciencia del vivir /.../está en la sencilla blandura de acomodarse en los huesos de los sucesos que no hemos provocado con nuestra voluntad, no forzar nada, ser, simplemente, cada minuto.
A continuación presentamos el Primer Premio de Relato Corto “El Aeropuerto es tu amigo”, dotado con tres mil euros y la publicación del relato ganador en la revista Alas que se distribuye gratuitamente en todas las compañías aéreas que hacen uso de este recinto. En esta ocasión, el jurado, presidido por el excelentísimo señor don Jacinto Marrero y Fuster, Director de Relaciones Públicas del Aeropuerto, doña María Jasmina Méndez, Directora del servicio de personal de limpieza, don Agustín Yanez, escritor y doña Salvedad Insalve, periodista, han decidido otorgar el primer premio al relato titulado: La Muerte Te Acompaña, presentado bajo el seudónimo: Hamón Llor.

La Muerte Te Acompaña

El habion que le yebaba a la muerte despejó del aropuerto a las catorse oras. El sencontraba muy tranqilo. Porqe no savia que iva a morir. Pero a su lado estaba sentada la muerte. La muerte le pidio un sigarro pero el le dijo que en el abion no se podia fumar. Y lamuerte se riyo. Ja ja ja ja. Ya eso no importa nada porque todos van a morir. Ja ja ja ja. Y el ombre se quedo muy asustado. Y volvio a hablar con aquella mujer que no savia que era la muerte. Y era muy guapa y queria besarla. Peor no se atrevia a mirar para ella porque le asustaba. Y entonses el labion empeso a caerse y el ombre miró a la mujer y ella segia riyendo. Y como iva a morir se aserco y le dio un beso. Y la muger tenia los labios frios. FIN


El jurado ha decidido unánimemente conceder un accessit al relato titulado "Sin Ruido" por considerar el loable esfuerzo del autor no debe quedar sin mención. Este accessit, no tiene dotación económica, pero será publicado en la revista Alas.


Sin ruido
Jorge Luis Bordes

El fúlgido brillo de las estrellas nocturnas apenas desvelaba la senda oscura por la que transitaba. Iba en busca del amor y su henchido corazón no necesitaba otra luz que aquella que le iluminaba interiormente. Pensaba en la belleza de su amada que ya no se demoraría demasiado en contemplar arrebatado. Soñaba mientras adelantaba cuidadosamente un pie tras otro, con las caricias que lo aguardaban, la calidez de su aliento junto a su adorada boca, el sedoso tacto de su deliciosa piel. Se detuvo un momento en la unánime noche para escuchar un ruido que iba creciendo en el cielo, que se iba haciendo tan ensordecedor que le interrumpía la secuencia de gozosos pensamientos. Al mirar al cielo pudo apreciar por un ínfimo instante que una sombra ocultaba el brillo tenue de las estrellas, y el ruido se tornaba apocalíptico. El enorme avión de línea se precipitó contra el suelo justo sobre él estaba. Tardarían muchas semanas en encontrar todos los trozos de la nave, juntar los restos esparcidos de los viajeros. Al amante desafortunado nunca llegaron a identificarlo. Murió sin ruido.

Como gesto especial, el jurado ha decidido mencionar el siguiente relato por su originalidad:


Rakmusen aguarda la visita de los dioses

Rakmusen alzó la espada y a voz en grito lanzó el juramento de su tribu. El eco repitió su voz por los valles y las montañas. Allá abajo el río Tsotok serpenteaba por la llanura. Satisfecho, regresó a la cabaña de ramas que se había construido con sus propias manos trayendo las ramas del bosque de Kinkuyo al otro lado de la colina. Frente a la puerta de la cabaña, el fuego encendido. Colgando de una estructura hecha de finas varas, atadas con tiras de cuero unos trozos de carne de yok se asaban. Rakmusen se echó junto al fuego, agarró con las manos desnudas un trozo de carne sin sentir el calor y se puso a mordisquearlo. Entonces oyó el trueno. En el límpido cielo se estaba formando una grieta blanca. Rakmusen se incorporó alarmado. Dejó el trozo de carne en el suelo y Mayok, su fiel can, pudo atraparlo sin que su amo, esta vez, lo recriminara por ello. Rakmusen corrió, visiblemente nervioso, alrededor de su cabaña, siempre mirando asombrado, y aterrado, al cielo donde aquel fenómeno seguía teniendo lugar. Una flecha de lanza surcaba el azul, muy, muy alto y lo iba rasgando. Cuando la punta de flecha desapareció por el otro lado del mundo, la fina resquebrajadura quedó, y Rakmusen, ya arrodillado, esperaba que se abriera y saliera de ella un tropel de dioses. Pero nada ocurrió. La blanca línea se fue deshaciendo en hilachas como nubes, como tantas había visto desaparecer Rakmusen. Cuando casi no quedaba rastro de ella, dudando, mirando alrededor por si alguien lo había visto actuar de aquella manera tan poco digna de un guerrero, se levantó. Solo se encontró con la mirada burlona de Mayok, que satisfecho de su almuerzo, esperaba un gesto de Rakmusen para mostrarle su agradecimiento. Cuando se acercó a él meneando la cola y dando saltitos juguetones, el amo lo apartó, rabioso, de una patada.


jueves, 20 de octubre de 2011

Es mentira todo lo escrito

Es mentira todo lo escrito. El significado de las palabras pertenece al mundo de los sueños, porque la realidad que evocan no es la realidad contante y sonante, sino una realidad paralela interpretada por cada uno de nosotros. Cuando yo escribo, quiero expresar - o no - algo que no se ajusta a lo que escribo más que en una pobre medida. Cada palabra que utilizo la uso porque le doy un significado desde mi ser y comprender las cosas. Al leerlas tú, las comprendes con otro significado que tendrá, por convenio social, un sentido vagamente aproximado al que yo le di, pero con unas repercusiones muy distintas en tu interior, en tu propio mundo. Lo que tú crees que yo he dicho está, probablemente, muy alejado de lo que yo he querido decir. Pero no podemos ir por el mundo con estos presupuestos. Así que tú crees que lo que yo he dicho es lo que tú crees que he dicho. Y yo creo que lo que tú has comprendido es lo que yo he querido decir. Pero nada de eso es verdad. Mientras nos atenemos a las cosas prácticas de la vida: son cincuenta céntimos, abre la puerta, la parte contratante de la primera parte, pues la cosa funciona. Pero cuando queremos ir un poco más allá y expresar sentimientos, emociones, estados de ánimo, opiniones, o simplemente hablar de nosotros mismos, la cosa se complica terriblemente. Es, tal vez, esto, la esencia de la incomunicación humana. Las palabras, muy probablemente, nos han alejado.

A esto se le suma la embriaguez de las palabras. Los que somos adictos a esto de escribir sabemos que muchas veces queremos expresar cosas que realmente no sentimos, sólo por el gusto de expresarlas con una retahila de palabras bonitas. Si somos ya definitivamente yonquis verbales, llegamos a un punto de confundir lo que sentimos con lo que escribimos y ya no sabemos si lo que escribimos lo sentimos o lo sentimos porque lo hemos escrito tan bien que da pena que no lo sintamos. Al final nos vemos metidos en tal barullo de confusión que no podemos afirmar con certeza nada de nosotros mismos. Es, tal vez, el momento de desintoxicarse.

Si ya estamos perdidos, como es mi caso, extraviamos completamente el sentido de la realidad. Escribimos para construirnos el mundo en el que habitamos. Lo moldeamos con nuestras palabras, narramos nuestros sentimientos no sentidos o sí, planeamos las respuestas que el mundo nos debe dar a nuestros requerimientos y un día, porque no lo vemos, simplemente porque no prestamos atención a esas pequeñas cosas de la realidad física que sostiene nuestro cuerpo sobre la tierra sujeto a las leyes de la naturaleza, nos caemos por el precipicio.

En resumen, doctor, creo que me estoy volviendo loco.

martes, 18 de octubre de 2011

A empezar de nuevo

(Este es mi pequeño saludo al retorno de El Paraíso Recobrado)

¿No te da la sensación de que todo está escrito? ¿Que escribir es un acto inútil? (Hasta esa frase está mas repetida que el amén) ¿No te entran ganas muchas veces, como ahora, de reescribir, deformándolo, no sé cómo, ese libro imposible que es Finnegan's Wake? Aaaaaaahooooorrrrrraaaaa vvvvvvooooooooooyyyy a haccccccccerrrrloooooooo - Un libro, por cierto, que una vez tuve en las manos. Y que devolví a la estantería desalentado, pero no del libro, sino de mí, de mi incapacidad para esforzarme en atravesar esa puerta de jardín bonito- ¡Por escribir algo diferente! Sí, esa es la sensación que te da a ti también, te conozco. Eres como yo. Llevas años esperando que llegue la vida en color y la tecnología de vivir nunca mejora. Siempre igual. Siempre igual tú. Siempre igual yo. Dando vueltas y vueltas a la noria sin agua desde hace mucho tiempo. “Estoy cansado, hermano” le escribía José Agustín Goytisolo a su hermano Juan. Te entiendo, poeta, te entiendo. ¿Quien no se cansaría? Pero dime. ¿Qué vas a escribir entonces? O no escribir, ¿qué vas a hacer? Ya sé que puedes estar, perfectamente, mano sobre mano mirando pasar el aire. Pero ¿te dejarás? Te conozco. De pronto algo dentro de ti saltará. Buscarás a quién contárselo. Será la misma historia de siempre. U otra, que también es la misma. No encontrarás a nadie interesado. ¡Hay tan poca gente interesada en lo que tú tengas que decir! Empezarás a rayar con un palo en el polvo del piso, como un Jesucristo. Y ya habrás empezado de nuevo.

lunes, 17 de octubre de 2011

Un simple salto

Absurdo. Vestido con aquellas ropas, aquellos arneses que lo trinchaban por todas partes. Gordo. Ridículo. Qué hago yo aquí, se preguntaba, mirando a sus compañeros, todos igual de nerviosos que él, pero todos más jóvenes, más decididos, solo él le parecía, ridículo, fuera de sitio. No saltaré, se decía. No tengo miedo, pero no saltaré. Y luego, sí tengo miedo. Y qué. No tengo orgullo. Ya he llegado hasta aquí. Quién lo hubiera creído. No saltaré porque no quiero. Mi miedo manda en mí. Tanto derecho tiene él como yo. Qué sentido tiene si tengo miedo. No voy a disfrutar. No saltaré.
-Prepárense, ya estamos llegando -iba diciendo el monitor.
Se lo diré ahora. No tío. No voy a saltar. Tengo miedo. No quiero saltar. Tenía que haberlo previsto antes. Lo siento. Pero no puedo. Míralos. Todos decididos. Nadie dice nada. Todos tienen miedo, pero todos van a saltar. Yo no. No voy a saltar. La próxima vez. Si me dejan. No me dejarán subir más. Pero esto es más de lo que me hubiera atrevido a imaginar que haría. Lo he conseguido, tío, lo he conseguido. No me hace falta saltar para saberlo.
-Pónganse en pie, por favor. El orden que habíamos dicho. No se pongan nerviosos. Repásenlo todo mentalmente.--Todos se levantan, se arreglan los arneses, alguno se persigna, otros hacen gestos tontos, besándose los dedos o moviendo el cuello para estirarlo.
Por qué me pongo de pie. Por no hacer el ridículo. Cabrones. Como si hubieran saltado cien veces. No tienen miedo o qué. Acaso soy el único ser humano normal aquí. Joder, no voy a saltar. No. No voy a saltar.
-Adelante... otro... otro
Me apartaré ahora. Tengo que hacerlo. No. No puedo, me voy a sentar. No puedo, joder. No
-Siguiente...

domingo, 16 de octubre de 2011

Raro

Lo “raro” es un agujero en la realidad que permite descubrir que hay otro lado. Nos acostumbramos a ver las cosas de la manera cotidiana que suelen ocurrir y para controlarlo vamos encerrándolo todo en compartimentos estancos. Para adaptarnos a esa forma de organizar las cosas vamos adaptando nuestras percepciones y nuestras emociones y acabamos percibiendo y sintiendo y hablando y comportándonos de la manera adecuada para encajar en esos compartimentos. Al final creemos que esos compartimentos son la única manera de hacer las cosas, de comportarse y de sentir las emociones. Hemos discretizado nuestra actuación en el mundo.
Pero entonces aparece un loco que hace sonar la flauta por el otro lado, y descubre que suena y que el sonido que produce es distinto al sonido corriente de la flauta. Ese es el tipo raro que hace las cosas solo para escandalizar, para llevar la contraria. Pero desde entonces todo el mundo sabe que la flauta tiene dos sonidos, uno normal, bueno, y otro raro. La realidad se ha expandido. Y las siguientes generaciones incluirán el otro sonido de la flauta en sus composiciones de flauta, y ese sonido será integrado en otro compartimento estanco; habrá, entonces, un compartimento estanco más.
Esa es la función de la búsqueda de lo raro. Abrir la mente a nuevos horizontes. Descubrir nueva realidad no más allá de la realidad, que todo es realidad, sino más allá de nuestras estrechas miras.
Lo raro me da esperanzas de que esto, que llamamos vida, no es todo lo que podría ser; me permite creer que aún tengo que despertar. Y mejor que me vaya dando prisa.

miércoles, 12 de octubre de 2011

La mano izquierda de Ketchum

El maderero, Ketchum, se quiere cortar la mano izquierda. Con esa mano acariciaba a la mujer que quería. Con la mano derecha apretaba el gatillo de sus armas, y había matado infinidad de animales. Con la mano derecha también se había peleado y había acariciado a más de una fulana. Pero la mano izquierda la había comprometido en exclusiva para Rossie, la mujer de su mejor amigo Dominic, quien, una noche que Rossie le confesó que se acostaba con Ketchum, le asestó a éste un sartenazo en la cabeza, cuyo recuerdo ostenta aún la frente del viejo maderero.
La noche que murió Rossie, Ketchum cargaba a Dominic, completamente borracho, y Rossie, que patinaba por el hielo del río, le dijo que le diera la mano para no alejarse. Ketchum le alcanzó, inadvertidamente, la mano derecha, y Rossie la rechazó recordándole su promesa. Fue una broma, ella no se tomaba demasiado en serio esas cosas, pero Ketchum no lo olvidó cuando la vio hundirse por una resquebrajadura del hielo quebradizo y desaparecer para siempre.
A Danny no le contaron esta historia, siempre le dijeron que aquella sartén había servido para espantar un oso que había entrado en la cocina mientras Rossie y Dominic estaban cenando. Por culpa de esta mentira, Danny golpeó la cabeza de Jane la Piel Roja confundiéndola con un oso que atacaba a su padre cuando ambos estaban echando un polvo en la habitación de Dominic. Jane se había soltado el pelo, cosa que nunca había hecho delante de Danny, y suspiraba con unos bufidos que Danny nunca hubiera atribuido a su niñera y ayudante de cocina de Dominic.
Llevaron el cuerpo de Jane a casa de Carl, en la esperanza de que al despertar de su habitual borrachera, Carl creyera que había sido él el que mató a Jane de una de las muchas palizas que solía propinarle. Luego huyeron. Todo el mundo creyó que Jane se había ido con ellos porque Carl, en efecto, supuso que era el asesino de Jane, al encontrarla tirada en su cocina, y la enterró sin decir nada a nadie.
Danny y Dominic huyeron de Carl que los buscó durante años por todo el país. En un principio Carl quería vengarse porque sabía que Dominic se había tirado a su novia. Pero años después se enteró por Pam la Seis Jarras de que había sido Danny el que la había matado. Resultaba que Danny y Dominic se escribían con Ketchum en la creencia de que éste sabía leer, pues otra de las mentiras que determinan esta historia es que se suponía que Rossie había enseñado a leer a Ketchum. No fue así, y era Pam la que le leía y le escribía las cartas a Ketchum. Así se enteró de toda la historia.
Carl acaba encontrando a Dominic y a Danny y mata a Dominic, pero es Danny el que lo mata a él. De esto también se sintió culpable Ketchum y por eso quiere cortarse la mano izquierda, origen de todo este asunto, según él.
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La última noche de Twisteed River
John Irving

martes, 4 de octubre de 2011

Un tipo serio

Si yo fuera un tipo serio, si yo quisiera, a partir de ahora, ser un tipo serio, bien considerado por todos, atractivo para las mujeres, debería ponerme a trabajar, empeñarme en un compromiso. Escribir una decena de artículos e ir a defenderlos a otros tantos congresos. Solicitar mi inclusión en las comisiones más importantes. Trabajar día y noche en la consecución de estas actividades. Salir muy temprano de casa y llegar muy tarde. Y nada de fines de semana sin dar ni golpe. Los fines de semana serían para reunirme con los compañeros de las comisiones y los de los artículos para hacer algo de deporte mientras hablamos de esos temas que tanto nos preocupan a todos. Si yo fuera un tipo serio nunca vería la televisión.
Si yo fuera un tipo serio escribiría un libro. Me buscaría un buen tema y me podría a leer como un condenado para documentarme. Luego escribiría hasta tarde por las noches y me levantaría temprano para seguir escribiendo. Tal vez me alquilaría un apartamento para tener un lugar donde poder trabajar sin el estorbo de la mujer y la chiquilla que me interrumpen a menudo con sus pequeñas tonterías. Trabajaría duramente durante un año o dos hasta escribir ese libro y luego iría de editorial en editorial hasta conseguir que me lo publicaran. Y si no fuera así, me lo publicaría yo mismo y luego trataría de venderlo librería por librería hasta que consiguiera que fuera un éxito, porque estaría completamente seguro de la calidad de mi libro.
Si yo fuera un tipo serio, si quisiera serlo a partir de ahora, me metería en política para tratar de resolver todos los desaguisados que veo que cometen esos incompetentes que nos gobiernan ahora. Sería un grupo de izquierdas y me pasaría horas y horas, días y días en interminables reuniones tratando los temas que tanto nos preocupan a todos. Y luego vendría la campaña electoral y viajaríamos muchísimo por todas las islas y quizá por todo el país y nos indignaríamos por las injusticias y enronquecería a base de dar gritos y acostarme tarde y levantarme temprano y hablar horas interminables con mis compañeros tan comprometidos como yo de todos esos temas que tanto nos preocupan a todos.
Si yo fuera un tipo serio, visitaría al médico y me haría un chequeo de la próstata, del corazón y de la tensión. Les pediría pastillas para regular todas esas cosas que ahora me funcionan regular y bebería menos, dejaría de fumar y me acostaría temprano todos los días. Leería libros sesudos de reflexión sobre política internacional y economía. Sobre pensamiento contemporáneo. Y escribiría artículos de opinión que tratarían sobre los temas más importantes que nos preocupan a todos. Comentaría solamente en los blogs de tipos serios como yo que escriben sobre cosas serias y no flirtearía en los blogs de las chicas que escriben poemas y pensamientos amorosos. Tal vez me pondría a estudiar otra carrera y música que tampoco se me da mal y nunca hablaría de mí mismo. Jamás perdería el tiempo leyendo una novela de evasión.
Si yo fuera un tipo serio comenzaría por hacerme con un grupito de amigos, parejas principalmente, de gente seria como yo, con los que saldría a cenar acompañado de mi esposa y hablaría en voz alta con los otros de los temas más peregrinos, temas serios que nos preocupan a todos, y quedaríamos para irnos juntos de vacaciones y viajaríamos a las ciudades más importantes como París, Roma, Venecia o Nueva York, Kuala Lumpur y Shanghai; y los fines de semana tomaríamos un avión a Madrid para ver una ópera o una exposición internacional de algún artista de renombre. Seríamos habituales de los restaurantes más interesantes de la ciudad y acudiríamos con cierta regularidad a los espectáculos de teatro y cine. Estaría al día en las películas de actualidad y en los libros más recientes. Vestiría correctamente y visitaría al barbero, pero no al barbero, sino a un peluquero o estilista y me tomaría mi aspecto físico muy en serio, sí señor. Estaría muy orgulloso de mí mismo sobre todo y aún más orgulloso de cómo me verían los demás. Me reiría poco y bajito aunque siempre estaría de un humor excelente.
Si yo fuera un tipo serio, si lo hubiera sido todo este tiempo que he perdido siendo como soy, no envidiaría a nadie. Creería que tengo un lugar en este mundo ganado por mi propio esfuerzo. Creería en la sociedad en la que vivo y en que es importante para todos que los tipos serios como yo se preocupen por todo y contribuyan a hacer de esta sociedad un lugar más habitable. Pero también me preocuparía por conseguir cada vez más consideración de mis semejantes y trabajaría duramente para ser considerado por todos el tipo serio que querría ser. Me implicaría cada vez más en puestos de responsabilidad y exigiría mis derechos con la seguridad del que sabe lo que quiere y cuales son sus derechos. Creería firmemente que si todos fueran como yo esta sería una sociedad más justa y equilibrada. Y me indignaría a cada rato porque a pesar de mis ímprobos esfuerzos las cosas no van todo lo bien que deberían ir a causa de la caterva de tipos incompetente, vagos, e individualistas que lo estorban todo e impiden el adecuado progreso de la sociedad. Si yo fuera un tipo serio recordaría con desprecio al tipo que yo era antes, que soy ahora que no soy un tipo serio.
¡Ay, si yo fuera un tipo serio!

lunes, 3 de octubre de 2011

domingo, 2 de octubre de 2011

Una de médicos

La médica era un bloque de cemento. Y llevaba un anillo rosario, que iba dando vueltas mientras le contaba mis problemas de próstata. Me derivó al urólogo con un gesto de asco.
El urólogo es homosexual y quiere que me baje los pantalones, me de la vuelta y me incline. En fin, doctor, no estoy seguro de esto. Tal vez prefiera la probabilidad del cáncer, al menos es sólo una probabilidad. No se preocupe, me dijo él, su viril dignidad no sufrirá, no le gustará en absoluto.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Una paloma

Las palomas, las definen algunos, son las ratas del cielo. ¿Quien habrá inventado ese icono de la paloma de la paz? Tal vez estaba dejando claro qué es lo que pensaba de la paz ese individuo. Y no se atrevió, al fin, a proponer una rata con un trozo de seso humano entre los dientes.
Las palomas son idiotas y andan al acecho de cualquiera que les arroje una miguita de pan. Creen que eso es amor y saltan alrededor del niño que se come un bocadillo lo mismo que alrededor del viejecito que trae de casa su bolsa de pan duro desmigajado. Para ellas no hay diferencia. Y el grito desaforado del niño expulsándolas con miedo de su lado es el mismo que el arrullo del viejito invocándolas junto a sí para sentir que aún hay algún ser vivo que los necesita.
No sé por qué me acuerdo ahora de las palomas. Será que he visto una muerta esta mañana en el parque mientras paseaba al perro y he pasado junto a ella con indiferencia. Como si no me importase, ¿y me importa?, que aquel rebujillo de plumas fuera una vez - tal vez aún aliente algo allí en el fondo, llamando- vida, lo mismo, exactamente lo mismo, que soy yo, y de la que me siento tan orgulloso, como si me sintiera el amado primero de los dioses.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Una gran desgracia

No sé. Ella era muy amable. Yo nunca los vi discutir. Sí, se llevaban bien, vamos creo yo. No. Él era muy regular, entraba y salía a sus horas. Nunca. Yo nunca lo he visto entrar en ninguno de los bares del barrio. No, claro, a ella tampoco. Ella iba al supermercado y así. No, apenas, cuando nos cruzamos en las escaleras. Ya digo en la cola del supermercado. Es amable, pero no charlatana como esas que se les apagan las luces del zaguán y siguen hablando y hablando. No, saludar, unas palabritas y nada más. Sí, yo estaba limpiando y llegó el mensajero. Una caja grandita. No lo sé. Venía bien empaquetada. Ahora que lo dice sí, dos o tres veces coincidimos en la escalera después de eso y se la notaba, no sé, algo ¿triste?. Él igual. Lo veo cada día bajar cuando va al trabajo y luego al regresar. Siempre muy amable. No sé si más o menos. Menos no, yo creo. Fíjese, ahora que lo dice, algo le notaba yo, sí, más alegre, no sé, una luz distinta. ¿y dice usted que él estaba en la cama con esa muñeca desinflada?. ¡Un cuchillo!.  Y él muerto, claro. ¿Llorando?. ¿Por ella?. No me diga. Estará loco. La pobre. No sufrió. ¿lejía?. ¡Qué mujer! Una gran desgracia. Una gran desgracia.

sábado, 17 de septiembre de 2011

La pesca del atún

La pesca del atún se esta poniendo brava, señor. No puede usted hacerse una idea de lo que es aquello. Los atunes se ponen como locos, coletean y muerden como salvajes. Ahí los ve usted tan apacibles en las latas, pero ahí fuera no son así. No señor. No hay manera de hacerse con ellos. Y son traicioneros. Atún hubo que se hizo el muerto para que le subiéramos al barco y luego emprenderla allí con todo lo que tenía cerca. No sé qué les pasa. Será el cambio climático. He visto pesqueros perseguidos por tres atunes que se reían, sí, se reían, mientras los hacían huir. Y a nosotros se nos enfrentó uno que hubo que reducirlo entre cuatro marineros. Dos de los cuales salieron directamente para la enfermería. Y no tenía media hostia, se lo digo yo, apenas un metro, pero se defendía como un luchador, sí señor. Llegó a ponerse sobre las aletas caudales y plegar las laterales a modo de puños, eso lo vieron mis ojos. La gente cree que esto es como antes, echar una red y sacarlos del agua con alegría, esa alegría que muestran ellos cuando salen del agua que saltan y gesticulan, que hace tanta gracia a los niños. Pero eso ya no es así, ahora es una auténtica batalla, ellos o nosotros. Y lo que viene es peor. Creemos que están formando pandillas. Creemos que se están organizando. Algo hay que hacer antes de que sea demasiado tarde.

Los atuneros podrán llevar ametralladoras pesadas

martes, 13 de septiembre de 2011

Spinoza

Dice Spinoza, según Störig(*), que
"Las pasiones individuales tienen la peculiaridad de que, cada una para sí, se esfuerza por la completa satisfacción -como todo en la naturaleza según el pensar de Spinoza- sin consideración hacia los otros o hacia el bien de la persona toda. En la pasión, el hombre se halla completamente entregado al instante, sin considerar lo porvenir. Si uno se entrega a ella, no se sirve a la propia utilidad, correctamente comprendida -es decir, el hombre no se sirve a sí mismo y no está en el camino de su completa satisfacción-. Sólo la razón, en tanto que muestra, más allá del momento fugaz, las lejanas consecuencias futuras de las acciones presentes, nos ayuda a tener una visión global y a actuar correctamente.
Precisamos del instinto como fuerza impulsora, como motor de la vida. Pero es la razón quien nos enseña a coordinar los impulsos contrarios, equilibrarlos y utilizarlos así para el verdadero provecho de toda la armonía de la personalidad. Sin pasión no pueden existir los seres humanos. Pero las pasiones deben ser ordenadas y guiadas por la luz de la razón."
¡Coño!, pues lo que yo decía.

(*)Historia de la filosofía. Hans Joachim Störig. Ed Tecnos S.A.1997

viernes, 9 de septiembre de 2011

La cançó del soldadet - manel

A mí me parece que esta canción, su letra, es un prodigio de concisión y buen escribir, elección acertada de las palabras y las construcciones, sencillas y efectivas.




He copiado la traducción de un enlace que pongo más abajo.

Escuchad la canción del soldado, que, a través de un ojo de buey, ve que vuelan unos vencejos. No es que entienda mucho, el soldadito, pero, que vuelen los vencejos querrá decir que la tierra está cerca. Y tan cerca debe estar, que baja el capitán e intenta no parecer nervioso mientras termina la orden: "Concentraos, soldados, sed prudentes y aferraos a la vida con garras y con dientes".
Ya en cubierta, los hombres rezan.
Dice un amén muy poco convencido, el soldadito, y acaricia su fusil intentando no pensar en nada. Desde la proa se van haciendo más grandes las colinas.
“Soldadito, valor, valor, que depende de gente como tú la suerte del mundo, pero, si una bala enemiga cruza el viento y me atraviesa el cerebro", se plantea el soldadito, "las olas me arrastrarán, y mil peces de colores lucharán por devorar mi carne". Y es cuando piensa: "Yo me escondo. Si no miran, yo me escondo".
Pero siempre miran, y el barco se está parando, la compuertas se han abierto y, en un segundo, se inunda el mar de soldados disparando al infinito, con un soldadito en medio que carga mientras insulta al enemigo.
Y entre bomba y bomba todo le va bastante bien, hasta que una cae justo al lado.
Primero se dice “suerte, de qué te ha pasa…”, pero después siente en la espalda un dolor extraño y al tocársela le queda todo el brazo manchado de sangre.
Gira la cabeza a banda y banda. Se sienta en la arena y descansa.
Y mientras llega el dichoso médico, el soldadito se tranquiliza repitiendo qué hará, dónde irá, si sobrevive:
“Iré a mi madre bien vestido y, antes que nada, le tendré que decir que me perdone por tratarla siempre así; iré a Margarida a hacerle un hijo por, solo verlo, intuir que le quiero más de lo que me quiero a mí”.

http://vaisens.wordpress.com/2011/03/28/la-canco-del-soldadet-manel-letra-en-espanol/

sábado, 3 de septiembre de 2011

(fértiles viñas)(Quién dijo que la poesía era mesura)

Vivamos alegremente, Lídia,
los postreros días que nos quedan,
aturdámonos con el vino y otros licores
para no ver la triste realidad.
Sea cada día un sábado ebrio para nosotros
con la esperanza de un domingo de resaca
y la angustia de un lunes acechando
como un lobo hambriento
por devorar nuestras ansias de libertad

Dios bendiga a esos sacrificados hombres que cultivan la uva,
que maceran la cebada,
que pacientemente aguardan la fermentación
y se enriquecen, digo, es un decir, a costa de nuestra
efímera felicidad que se evapora.

Bebamos amigos porque desnudos llegamos a este mundo
y desnudos nos iremos.
Y si todo se derrumba, riamos,
y si hemos de morir, riamos,
y si no se han cumplido nuestros propósitos, riamos,
y si hemos de recurrir a la poesía para disfrazar
todo esto de triste carnaval,
riamos.
Ya nos quejaremos mañana, mañana, mañana.

Parte de Guerra

A las ocho de la mañana de hoy sábado me tropiezo a un grupo de "jóvenes" realizando unas actividades tipo paramilitar. Hacía tiempo que no veía cosas de estas, en concreto desde mi juventud. Claro está que me refiero a mi ciudad, sé que en las grandes ciudades esos grupos no han menguado.
Aquí habían dos "monitores" cada uno con una camiseta roja y una boina azul.La camiseta tenía unas letras en vertical que no pude leer. Los "reclutas" estaban divididos en dos grupos: unos cuatro o cinco chicos por un lado, adiestrados por uno de los monitores y dos chicas por otro, con el otro monitor.
El adiestramiento consistía en el típico militar. Ponerse firmes, saludar dando una respuesta al unísono, girar manteniendo la alineación y toda esa mierda. Es decir, entrenamiento para obedecer una orden de forma instintiva.
En fin, me dio muy mal rollo. Cuando estos tipos salen a la calle y se lucen sin vergüenza es mal agüero. Recuerdo la película Cabaret y se me ponen los pelos de punta con aquella escena del merendero. También recuerdo, más vagamente porque hace tiempo que no la releo, las primeras apariciones de ratas en la novela de Camus, La Peste.
Lo que más me ha intrigado es que las órdenes que daba el monitor y las respuestas que daban los reclutas no eran en español, o bien hablaban en un lenguaje inventado o bien extranjero que no supe identificar. Traté de recordar la frase para transcribirla pero la he olvidado.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Razones por las que Ulises nunca debió regresar a Ítaca.

Ulises nunca arribó a Ítaca:
se ahogó en la playa de las sirenas,
no quiso atarse; en verdad,
no fue tan prudente como sus consejos.

Ulises nunca arribó a Ítaca:
Circe era tan hermosa,
le amaba tanto,
y aquellos cerditos retozones eran tan simpáticos.

Ulises nunca arribó a Ítaca:
cayó defendiendo a sus compañeros
de la feroz voracidad de Polifemo.

Ulises nunca arribó a Ítaca:
murió en el camino, soñando con volver a casa,
abrazar a Penélope
y llegar a tiempo para enseñarle Telémaco
a montar en bicicleta.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Sobre las despedidas y lo que podemos hacer con ellas.

No me gustan las despedidas. Las despedidas son trágicas. Implican un desgarramiento. Una rotura. Prefiero las extinciones. Eso es lo natural. Como los dinosaurios o los dodos. A los dinosaurios no se les ocurrió reunir a todos los animales del planeta y despedirse trágicamente: “adiós, adiós compañeros de mundo, nos vamos porque ha pasado nuestro tiempo”. Los monos se reirían de ellos, “mira, ahí están los trágicos eso, joder, ¿cuántas veces se han despedido ya?”. Claro que como ellos iban a seguir, pues se lo tomaban a cachondeo, pero los dodos, que estaban muy sensibilizados, aunque todavía no les iba a tocar a ellos, les recriminaban: “sí, claro, como ustedes se quedan; pero hay que saber tener un poco de empatía”. Y los monos se reían también de ellos. Los cocodrilos no se reían,ellos tenían la boca así, pero no era de reírse. No sé, lo aclaro por si. De hecho lloraban un poquito cada vez que los dinosaurios, conscientes de su inminente fin, volvían a hacer una asamblea para despedirse y dar algunos consejos. Siempre eran los mismo, que me cuidéis los árboles, que cuidado con las aves, que mira que los peces son muy delicados. Unos ecologistas resultaron. Y los monos riéndose todo el rato y los cocodrilos llorando y los dodos con un dolor en el pecho de solidaridad con los dinosaurios.
En fin, que gracias a Dios los dinosaurios desaparecieron y ya está, nada de despedidas. Y lo mismo me gustaría que nos pasara a nosotros, no se si me entiendes. No hay por qué precipitar las cosas. Dejamos que toda la arena caiga en el otro vaso y se acabó el tiempo. En su momento justo, no hay por qué romper el cristal de la clepsidra, mira qué palabra más bonita, y convertir una joven amistad en una gran tragedia. Las tragedias solo son palabras, en la realidad únicamente suceden las cosas y ya esta. Y siempre suceden a su justo término: ni antes ni después, aunque solo sea porque es inevitable que una vez que suceden ya no pueden no suceder. Así que nada de despedidas. Sigamos como estamos y ya vendrán peores tiempos, si a los Grandes Maestros Siderales se les mete en la mollera jodernos, o mejores, si seguimos pasando desapercibidos ante su ineludible mirada.

lunes, 29 de agosto de 2011

Un oscuro pasaje de Pynchon

"Escarificado todas las noches en aquel surco de protección que el volumen del desperezo urbano volvía a roturar con virtuosismo al despuntar el día, ¿qué suelos fértiles habría removido, qué planetas concéntricos descubierto? ¿Qué voces entre oído, que retazos de dioses esplendorosos sorprendido entre el manchado follaje del papel de la pared, qué cabos de vela encendido para que bailotearan sobre él en el aire, presagiando, el cigarrillo entre los labios, con que él o un amigo se quedarían dormidos algún día para sucumbir entre sales ardientes y secretas, guardadas durante años por la borra insaciable de un colchón que conservaría restos de sudor de todas y cada una de las pesadillas, de una vejiga incontinente y desbordada, de poluciones nocturnas derramadas con depravación y los ojos anegados en lágrimas, semejante al disco duro de un ordenador de los derrotados?"
Pynchon y su traductor Antonio-Prometeo Moya en "La subasta del lote 49

viernes, 26 de agosto de 2011

¿Por qué leo?

Muchas veces me pregunto: ¿por qué leo tanto?
Me siento un tipo raro, y corroboran esa opinión todos con los que trabo relación. Es la primera palabra que les viene a la cabeza al cabo de un tiempo de charlar conmigo, bien directamente, bien a través de la palabra escrita -blogs, chats, correo electrónico. Eso me hace sentirme aún más raro, y no bien, es decir, me confunde; y creo que acentúa en mí la tendencia al aislamiento y el comportamiento anómalo propiciado por las expectativas del otro, como los niños malos a los que se reprende y no solo no se corrigen sino que empeoran su comportamiento.
Sin embargo en muchos de los textos que leo me veo reflejado, muchos de los personajes que me llaman la atención lo hacen porque reflejan mis angustias, mi preocupaciones y se alegran con lo que yo me alegro. Yo soy un personaje corriente en muchos de los libros que me interesan, que no son todos los libros, claro está, sino una selección de ellos escogida precisamente por mí. Pero ahí están, iguales a mí, y eso me tranquiliza, me hace sentirme, de alguna manera, normal. Otros, que no conozco, han sido capaces de describirme. Y probablemente se estaban describiendo a sí mismos. Hay más gente como yo por el mundo. No soy tan raro.
Leo porque eso me hace sentirme un poco más normal, casi como todo el mundo.

martes, 23 de agosto de 2011

Encuentro con Álvaro de Campos

Al salir del hotel había un taxista esperándome. Me habló, en portugués, naturalmente, y me abrió la puerta del coche. Yo le pregunté adónde me llevaba, en español, naturalmente, y él me respondió algo, en portugués, naturalmente, que me convenció, supongo, y me metí en el coche. Bajé el cristal y le dije a mi mujer y a mi hija que se dieran un paseo por ahí, que no sabía cuándo volvería. Las dos me miraron indiferentes y comenzaron a caminar por la acera sin volver la mirada.
El taxi se puso a dar vueltas por aquellas calles, a subir y bajar, parándose de vez en cuando para que pasaran los tranvías y los turistas que no respetaban tanto los pasos de peatones ni los semáforos como se dice por ahí.
Cruzamos el puente 25 de Abril y nos metimos luego por un barrio medio abandonado cerca de la una zona industrial hasta llegar a una plazoleta junto a un muelle y un destrozado paseo marítimo donde grupos de negros sentados en el muro miraban la ría del Tajo, hacia Lisboa allá enfrente.
El taxi se detuvo y el taxista volvió a hablar sin sonreír. Luego se quedó mirándome hasta que comprendí que ahí terminaba el viaje. Abrí la puerta temerosamente, taladrado por las miradas de los negros que se volvían de espaldas para mirarme, molestos, porque interrumpía su serena contemplación de la ciudad. En cuanto cerré la puerta de la viatura, el conductor arrancó y me quedé allí, en medio de la carretera sin saber qué hacer, adónde ir, dónde estaba y un montón de cosas más. Crucé hasta el parque alejándome de las miradas y me puse a observar lo que hacían unos recolectores de almejas que seleccionaban directamente desde sus redes repletas las conchas más hermosas que iban metiendo en un cubo que tuvo mejores tiempos y hasta un asa metálica en alguna ocasión. A los recolectores no les gustó mi presencia y me miraron hostilmente interrumpiendo su labor. Un viejo de indefinida e infinita edad me señaló un punto más allá del parque y dijo algo, en portugués muy confuso, supongo. Yo miré hacia donde me señalaba. Se trataba de un edificio casi desmoronándose sobre sí mismo con algunas ventanas tapiadas y otras con tablas claveteadas, mas una oscurísima puerta rechazando cualquier invitación a entrar. Me dirigí remolonamente hacia allí con un incómodo dolor de estómago y una sensación soñolienta que me sugirió la idea de que podría estar durmiendo y que todo aquello podría ser un sueño. Deseé estar meándome para despertar, lo que me pareció un pensamiento estúpido.
La puerta daba a un zaguán muy breve al final del cual una empinada escalera se adentraba en la oscuridad y el silencio amenazador. No me quedó más remedio que subir.
1º Andar decía en la primera puerta que encontré, cerrada, y seguí subiendo. En el segundo piso simplemente no había puerta y justo al llegar oí una tosecilla dentro que se me antojó un aviso de que había llegado a mi destino.
-Me alegro que esté usted de vuelta, don Riforfo. - dijo alguien desde dentro, así que tuve que entrar.
-Disculpe. Es muy posible que haya una confusión en todo esto -respondí un poco a tientas mientras avanzaba en busca del poseedor de esa vocecilla de anciano achacoso. Lo encontré sentado a una mesa de aspecto completamente acorde con el resto del edificio y del barrio. Sobre la mesa había una botella de oporto en cuya etiqueta figuraba una sombra envuelta en una capa. Dos vasos la flanqueaban, el que estaba más cerca del anciano ya estaba vacío, el otro frente a la silla vacía que me esperaba, aún seguía lleno. No dudé en acercarme y tomármelo de un trago antes de sentarme. El anciano se precipitó hacia la botella y volvió a llenar los vasos.
Se trataba de un viejecito formalmente vestido, incluyendo un abrigo y un sombrero. Unas gafitas de cristales bastante sucios y un bigotito menos canoso de lo que podría esperarse.
-Mi nombre es Alvaro, Alvaro de Campos, supongo que le sonará ese nombre.
Me tomé el segundo vaso de oporto con una celeridad muy poco elegante y alargué la mano hacia la botella para llenarlo de nuevo. El anciano se apresuró a beberse el suyo antes de que yo terminara la operación y procedí a completárselo nuevamente.
-No entiendo nada. Perdóneme. No entiendo nada de lo que está pasando.
-No se preocupe. No tiene nada de qué preocuparse, se lo aseguro. Simplemente una conversación entre amigos. Me considero su amigo y no tengo la menor duda de que usted se considera mi amigo. ¿O, tal vez, me engaño, don Riforfo?
-Esto debe ser una broma.

lunes, 22 de agosto de 2011

Ser yo o ser él


Es verdad, es mentira que el yo que yo soy sea este de las palabras. El yo que yo soy es ese que está detrás del teclado, que se cree que no es nada porque no puede definirse con palabras. Ese que cree que las palabras son la definición de las cosas y no las cosas mismas, él mismo que es lo que es. Yo, que soy de palabras nada más, soy el que no soy nada y él que es, es el que es todo lo que se puede ser. Le engaño constantemente diciéndole que no es y que soy yo el que soy, pero él, al que uso para que me escriba, intuye, detrás de la palabra, el vacío, y poco a poco va cobrando conciencia de sí. Algún día, gozosamente, yo desapareceré y él, que conmigo es infeliz, insatisfecho, saldrá a la luz y comprenderá que es la felicidad ser él, estar en él, vivir simplemente la realidad que yo detesto porque no puedo alcanzarla.

sábado, 20 de agosto de 2011

¿Lisboa?

Este señor no existe. Lisboa es una ciudad inexistente. Yo mismo, creo que no existo. La existencia es un acto subjetivo. La objetividad es materia sin forma. La forma, el acto de creación, de darle forma a la materia, privilegio exclusivo de Dios a través del espíritu, es nuestra subjetividad. La creación solo ocurre en la distancia. El creador no se implica en su creación sino que interpone entre él y ella su espíritu. La distancia. Así se crea Lisboa, así se crea Pessoa, así me creo yo mismo. Ahora estoy aquí, lejos, bien lejos. Recordando el pan, recordando, la cerveza Sagres, recordando la terraza donde todos toman café menos nosotros que tomamos cerveza Sagres - no Super Bock, que es más amarga y no tiene nombre bonito -  y vino Oporto - no Sandeman, que es caro y además no lo tienen, otro, barato-. Y el pastel de Belem o pastel de nata. Y las mil y una recetas del bacalao. Y el cocido portugués que te obligan a comértelo todo o no te dejan salir del restaurante, un camarero flaco que dice que él se come aquella palangana el solo. Y el café, solo o pingado. El café
Lisboa era mucha gente haciendo cola como en la cuba de Pedro Juan. Allí donde haya una cola seguro que hay una atracción turística, ya veremos cual. Subir al Elevador de Santa Justa. Entrar en el Castillo de San Jorge. Alfama, El chiado, ese viejito que contaba historias y era hasta ventrílocuo, y las tiendas de libros, todos repetidos, pessoa, pessoas, pessoas por todas partes. El veintiocho. Volvamos al Colombo, el gran centro comercial, refugio de todas la naciones. Busquemos el coche en la Teilherías, volvamos a casa. A crear. A recordar.

domingo, 7 de agosto de 2011

Instante Eterno

Acabo de pasar unos momentos deliciosos tumbado en un banco de piedra en una plazoleta medio abandonada de un barrio de montaña. El viento soplaba fresco, el cielo estaba nublado, la temperatura se mantenía a unos 19 grados, a lo lejos las montañas aparecían cubiertas por las nubes. Mi perro pacía por los alrededores. Se oía el silencio del viento en los árboles, los perros lejanos, algún gallo. Me he quedado medio dormido y he medio soñado que una chica a la que conozco se señalaba el pecho, un punto concreto y decía “me duele aquí” y yo miraba el punto y de pronto se me hacía la luz, “ah, claro, el corazón”, y me he despertado porque pasaba un coche. Me he dejado la máquina de eternizar instantes en casa, pero era uno de esos momentos que merecían eternizarse. Eternizar las sensaciones de uno, eso es lo que se pretende. Que uno pueda cerrar los ojos y se transporte a ese instante casi físicamente. ¡Qué gran invento sería! En fin. Ahí queda eso.

viernes, 5 de agosto de 2011

Estoy en un desierto, llamándote

Nunca he estado en Las Vegas. No sé adónde se va a ninguna parte. Pero estoy en un desierto, llamándote. No regreso del desierto como el hijo de Dios. Porque no soy el hijo de nadie. Simplemente estoy en mi desierto llamándote. Estoy en un desierto llamándote. Y no te suplico porque no quiero que vengas. No quiero que me compadezcas. Simplemente, déjame ser así, estoy en un desierto, llamándote. No sabría qué hacer contigo si vinieras. No sabría qué hacer contigo. Simplemente, eso es todo lo que deseo hacer ahora, estoy en un desierto, llamándote.

miércoles, 3 de agosto de 2011

La Prima de Riesgo.

Me gusta eso de que la prima de Riesgo se relaje. Eso significa que le está dando una oportunidad a Riesgo, que, el pobre, ya no sabe qué hacer para conseguir sus lúbricos propósitos. Está la tía siempre en tensión y Riesgo desagallado. Eso es porque ha visto que la Bolsa se ha pegado tres sesiones consecutivas bajándose y que ha sido apoyada por Grandes Valores, y el tío se pregunta, ¿por qué no funciona lo mío con mi prima?

 Por otra parte me gusta también que Los Grandes Valores de España hayan sido muy castigados, no se, me parece de justicia, no siempre van a ser los castigados los de siempre. Me los imagino a esos Grandes Valores de cara a la pared y con un sombrero picudo en la cabeza y dos gruesos tomos de economía en sendas manos al final de los brazos estirados en cruz. Y me río.

Lo del proceso de rotación de activos me suena a una especie de baile de brujas. Esos activos que rotan son como una especie de brujitas que dan vueltas y vuestas sobre sí mismas riendo desencajadamente, y todo lo hacen para animar al Ibex que es una especie de reyezuelo gordito sentado en un trono estropeado por el tiempo y la desgana.

En fin. Hasta aquí las noticias de economía de hoy.

martes, 2 de agosto de 2011

Juan Hidalgo y Ron Gorchov

He ido a ver dos exposiciones. La primera es la de un tal Ron Gorchov. Su característica principal es que no usa marcos cuadrados. Tiene matados los bordes. Y tampoco son planos. Se las compone el hombre para que queden alabeados. Tan importante es esto que en una de las salas se exponen dos grandes vistas de un dibujo técnico de sus marcos, además de algunas fotos de los mismos. En cuanto a lo que pinta: un color de fondo más o menos uniforme, bastante avejentado y estropeado, dejando ver roturas y blancos en el color, no sé si debido a los años de los cuadros o a voluntad del propio pintor. Y sobre ese fondo, generalmente, dos formas, una frente a otra, del mismo color y con un aspecto de judía. Tal vez sea relevante la forma de las formas, tal vez sea relevante el alabeado de los marcos, tal vez sea relevante el contraste de color entre las judías y el fondo. Tal vez sólo sea relevante que el tipo haya construido todos esos marcos y pintado todos esos cuadros iguales y alguien haya considerado que merecían exponerse. La conclusión de esta visita es que uno sale lleno de talveses.

En el mismo edificio, el CAAM de Las Palmas, había otra muestra retrospectiva de Juan Hidalgo. Puedo enumerarla, aunque no con exhaustividad: Una silla bastante rústica con un par de guantes viejos reposando en el respaldo, un piano negro con una bandera española pintada cruzándole de delante atrás, una alfombra -¿azul? - sobre la que la que habían tres - ¿cuatro? - grupos de tres piezas de diferente tamaño, siempre las mismas: un tetraedro, una esfera y un cubo, fotografías del propio Juan Hidalgo, algunas de culo metido en un yacusi, fotos de pollas, una composición de fotogramas de películas porno gay, pollas variadas metidas en vitrinas, una magnífica fotografías de tema floral que me recordó una estampa japonesa – no una en particular, sino una genérica - ¿he mencionado las pollas?, un señor y una señora, otros señores, alguno se repetía y supongo que se trata del compañero de JH, una composición de fotografías de perros callejeros tomadas en diversas partes del mundo, una pieza de madera con forma de marco con bolas de billar encajadas en la madera, una fotografía de un insecto verde – ¿sobre un fondo morado? -, una foto de un tío desnudo enfundado en una gran bolsa de plástico a modo de condón, otras fotos del mismo tío con la bolsa a modo de capa, etc, ¡ah, sí!, una ratonera clásica montada, pero no sobre un queso sino sobre un pan, y una bola de mundo metida dentro de un condón, que yo apostaría usado y sin lavar, colgando de un hilo y dentro de una vitrina, pollas, y, para finalizar, por agotamiento de la memoria, unas hileras de corbatas atadas unas con otras colgando desde el techo y otra de tules.

En otro tiempo, creo que en el 98, asistí a una retrospectiva de JH y salí fascinado de la sala. Me pareció que todo aquel conjunto estrafalario de objetos conformaba una especie de lenguaje, o, al menos un conjunto de símbolos que se predisponían para conformar un lenguaje a falta de conocer las reglas que los combinaban para descifrar lo que quiera que estaban comunicando. Me pareció que aquello era una puerta a un mundo paralelo que apenas conseguía atisbar pero del que aquella mezcolanza era un testimonio. Y salí eufórico de la sala como siempre que alcanzo a adivinar que existe un mundo paralelo a esta realidad estúpida, inútil y vacía.

En esta ocasión no disfruté de esa epifanía, me estaré haciendo viejo.

lunes, 1 de agosto de 2011

Periplo de Diógenes


No soy un vagabundo. Soy un beatnik trasnochado. Pero ya sabes lo que pasa. Llega un momento en que tus amigos se van estableciendo y dejas de tener adónde ir. Hace algunos años me recorría el país de punta a punta. Siempre había alguien que me acogía en su casa y me prestaba su máquina de escribir. Estuve un verano en la fresa en Francia, durmiendo en caseta de campaña junto a una chica noruega que tenía una hija preciosa allá en su tierra. Fue un amor platónico porque por las noches estábamos tan cansados que nuestras relaciones sexuales consistían en dormir abrazaditos y sin duchar la mayor parte del tiempo. Hicimos planes, pero cuando se acabó la temporada ella se volvió para Noruega con un novio que vino a recogerla en coche y yo me marché a Italia con una pandilla de locos que querían arrancarle las narices a las estatuas de Florencia. Los dejé en Marsella porque, en una borrachera en el puerto, resulta que firmé un contrato para trabajar en un barco seis meses. Cuando me desperté el barco había zarpado y no se veía la costa. Cruzamos el Canal de Suez y luego, a causa de los piratas, volvimos por el Cabo de Hornos, a quien se le ocurre. En Port Elizabeth, Sudáfrica, me fugué, no porque estuviera mal en el barco, que se comía cojonudamente y tenía tiempo de sobra para leer los libros de Historia de Heródoto. Pero un puñetero sobrecargo se enamoró de mí y no había manera de quitárselo de encima, figurativamente. Dormía todas las noches con un ojo abierto y los otros dos cerrados por si acaso - ¡eh!, el que tenía abierto era uno de la cara- Y además me enamoré de una negrita de Soweto que hacía la calle por la zona del puerto. Se empeñó en presentarme a su familia y fuimos a Johanesburgo. Allí recibí una soberana paliza de su novio y otros dos amigos – que sólo miraban, el novio se bastaba y se sobraba – y la policía me detuvo por vagabundo. Me trataron muy bien, me curaron, me dieron de comer, me dejaron dormir unos días en el calabozo y me expulsaron a Bostwana.
En Bostwana me recogieron unos españoles que habían montado un negocio medio ilegal de tráfico de no se qué. Una pareja muy loca. Estaban todo el día colocados y se reían de todo. Estuve tres meses con ellos viviendo de gorra, decían que yo les caía muy simpático y con eso pagaba mi estancia. Ahora bien, el tipo me puso una condición: que no me tirara a su mujer. En una de estas que fuimos a ver a los bosquimanos en el desierto del Kalahari, el tipo se quedó dormido en el coche y yo incumplí mi promesa bajo un baobab. No se hubiera enterado si la mujer no se lo hubiera dicho, y tuve que salir corriendo desierto adentro sin agua ni comida, aunque con mi libro de Heródoto que no dejaba a sol ni a sombra. A ellos fue a los que les robé el volumen en un solo tomo de En busca del tiempo perdido. Tenían una enorme biblioteca presidiendo el salón y el único que le prestaba atención era la piel de león que tenían como alfombra que miraba todo el tiempo aquel montón de libros con la boca abierta.
Otra vez fui salvado, esta vez por aquellos simpáticos negritos nómadas que me llevaron con ellos y estuve comiendo y aprendiendo a cazar con esas temibles lanzas envenenadas que ellos usan. Por las noches les leía Por el camino de Swan y ellos se reían todo el tiempo. Un día me señalaron al frente y me dejaron allí. Empecé a caminar y me encontré con un negro que hablaba portugués. De mis lecturas de Pessoa supe comprender que ya estábamos en Angola. Me costó casi todo Alberto Caeiro y la mayor parte de Alvaro de Campos y un poco de Bernardo Soares llegar hasta Luanda en donde me hice pasar por profesor de español en el barrio elegante, hasta que conocí a una china que, por una vez, se enamoró de mí porque decía que recitaba a Li Po como nadie. Yo no la quería porque a mi las chinas me parecen todas mi hermana, pero consiguió que me contrataran de traductor para la compañía petrolera donde trabajaba su marido. Así reuní dinero suficiente para meterme en un avión y volverme a España.
Pero hubo un accidente. El avión amerizó en las proximidades de Santa Elena, donde murió Napoleón. Allí los ingleses me trataron muy bien y cuando se restablecieron mis heridas – piernas y brazos algo chamuscados y una torcedura de tobillo – me llevaron por los lugares por los que había paseado melancólicamente el viejo emperador. La guía insistió tantas veces en señalarme cual era la cama en la que había muerto Napo, y el museo estaba tan vacío porque el próximo crucero no llegaba hasta el jueves, que cedí a sus encantos e hicimos el amor en la cama del muerto. Solo olía un poco a humedad pero la mujer gritaba tanto – no soy un buen amante, pero hay mujeres que son muy agradecidas – que subió el director del museo y se empeñó en meterse en cama con nosotros. Resulta que la guía era su mujer. Tuve que escaparme por la ventana cuando el tipo se desnudó y vi con qué pretendía empalarme a su mujer -me hubiera escapado igual fueran cuales fueran las dimensiones, pero aquello desalentaba hasta al más predispuesto. Mi piel estaba tan arrugada y negra a causa de las quemaduras que el policía de la entrada creyó que simplemente se trataba de un turista estrafalario vistiendo uno de esos trajes futuristas que se usan en el continente. Cuando llegó el barco me metieron en él, como empleado del servicio. Tuve que hacer de camarero y limpiar los retretes de los pasajero, pero me lo pasé bien con unas chicas que estaban de viaje de despedida de soltera y llamaban a cada rato para que limpiara los vómitos. Así llegue a Canarias. Desembarqué en el Puerto de la Luz con un abrigo de amplios bolsillos que robé del perchero de un camarote cualquiera, En busca del tiempo perdido en un bolsillo y Los Siete Libros de Historia de Heródoto en el otro. Y nada más. Las chicas gritaban desde la cubierta, en bikini, mi nombre y cuando pisaba tierra me cayó un sujetador en la cabeza.

Y, bueno, de tu vida qué me cuentas.

domingo, 31 de julio de 2011

Y una piedra filosofal

Y allí me tenías a mí con un ramo de flores a la puerta de su casa. Sonriendo como un niño y desafiando el ridículo que hacía en aquella calle llena de gente que me observaba con asombro, vestido de traje, bastante anticuado y algo grande para mí, y con aquel ramo de flores en la mano. El traje me había costado apenas veinte euros, pero tenía que devolverlo a las nueve del día siguiente, y el ramo de flores lo había robado de un jardín camino de su casa.
Pero ella no me había esperado. Se había muerto. Su madre salió a la ventana con el rostro arrasado de lágrimas y yo comprendí de pronto la cara de asombro de toda aquella gente en la calle. Una anciana de rasgos afilados y ojos escrutadores, se me acercó y me preguntó: “¿viene a buscar a la niña?¿No sabe usted lo que ha pasado?” Y me contó de pe a pa toda la historia, para finalizar con una de esas miradas que te fijan en el tablón y preguntar “¿Y usted quién es?”.
La puerta no acabaron de abrirla, y yo dejé las flores en el suelo, sobre la línea del umbral. Luego me marché casi corriendo. Todavía alcanzaba a encontrar la tienda abierta y me devolverían por lo menos la mitad del dinero.

La conocí en el parque. Acababa de encontrar medio bocadillo de pollo de los que hacen en el bar Cojak y un cuatillo de tetrabrick que le quité a uno que se había quedado dormido en el banco. Me disponía a pasar una magnífica velada nocturna cenando a la luz de la luna cuando apareció ella, deslumbrante en su juventud, con el perro que se sentó frente a mí mirando fijamente el bocadillo. Ella le llamó desde lejos pero el perro se había vuelvo completamente sordo, así que tuvo que acercarse preparando la correa. En esas situaciones siempre me siento incómodo. Soy un paria y ella una joven hermosísima que sin duda me verá como un paria dispuesto a violarla salvajemente. “No se preocupe, señorita, siempre se agradece un poco de buena compañía cuando uno está comiendo. Déjelo un momento, en seguida acabo y les dejo el parque para ustedes solos” Eran las doce de la noche, pero en su mirada no había miedo. Una sonrisa surgió de sus labios como un milagroso amanecer cuando el durmiente vecino pronunció un perfecto ronquido Se sentó a mi lado y tuve mucho cuidado de no invitarla a compartir mi colación. 
Me preguntó algunas cosas sobre mi vida y yo aproveché para contarle mi última versión. Un rato después estábamos hablando de Jack Kerouac y los beatniks y más tarde de Mario Benedetti y de Isabel Allente – ella, yo no tengo el gusto de conocer a esa señora. Le mostré, sacándolo del bolsillo del abrigo, mi ajado volumen de En busca del tiempo perdido que ella estuvo ojeando sin poner en ningún momento muecas de asco pese a que las páginas estaban completamente amarilleadas de grasa y suciedad. Me animé y le mostré el grueso tomo de los siete libros de historia de Heródoto. “Este lo encontré en un contenedor de Ciudad Jardín, junto con una ración casi completa de montaditos de salmón ahumado y media latita de caviar de importación. De otro contenedor pude juntar casi media botella de champán, era Navidad y le aseguro que esa noche fue la más feliz de mi vida, señorita” Y le decía así, “señorita”, y ella se reía encantada.
Desde una de las ventanas de un edificio cercano un reloj de cuco cantó las dos de la mañana y yo aún no había tocado mi bocadillo. Tampoco el cuartillo de vino. Uno se olvida del hambre cuando habla de literatura con una mujer hermosa. Sólo eché en falta en ese momento un cigarro. Recordé que mi amigo fumaba y “disculpe un momento, señorita” me le acerqué y le registré la ropa en busca de algún resto de pitillo, pero no encontré nada. Ella aprovechó el instante para despedirse, que ya era tarde y yo me atreví a sugerirle que tal vez podríamos vernos al día siguiente.

Nadie se creerá esa historia. Es una típica historia de vagabundo borracho. ¿En un bolsillo En busca del tiempo perdido y en el otro Los siete libros de historia de Herodoto? Solo para el primero necesitas un carrito se supermercado. ¿Qué digo? Para cada uno de ellos necesitas un carrito de supermercado

Bueno. Es un pequeño detalle fácil de añadir. Junto al banco tenía aparcado mi carrito de supermercado. Y allí tenía los dos gruesísimos volúmenes junto con mi manta, un par de zapatos casi nuevos, una camiseta negra con el logo del wisky John Dalton y una piedra filosofal que había encontrado en un contenedor del barrio judío.