Yo debí haber salido de un libro. Debo ser, seguro, una especie de ángel caído. No sé qué pecado, gravísimo ha de ser, habré cometido, pero me arrepiento profundamente, y deseo volver. (Esto lo digo por si hubiera alguna esperanza de que el libro del que fui expulsado apareciera y me fuera dada la fortuna de reintegrarme a él.) No otra explicación puede dársele a que el único lugar en el que me siento cómodo y seguro sea leyendo. El resto del tiempo estoy desorientado, perdido, ya digo, como un ángel caído que ha olvidado cual fue su pecado y no recuerda nada de su pasado pero persiste en él una incómoda sensación de no pertenecer a su presente. De no ser un semejante a los que le rodean. Como el Lázaro resucitado aquel que, absorto, sentado a la mesa, no conseguía hacerse a la idea de que había regresado de no conseguía recordar dónde.
Y así me siento, amiguitos, algunos días. Pero otros días se que algunos me quieren, y me tienen en cuenta. Y yo los quiero y los tengo en cuenta. Y juntos avanzamos tambaleándonos como borrachos por esta vida tantas veces oscura y tantas veces luminosa. Y, bueno, cierto, algunas veces una gran luz me ciega, y olvido toda esa mierda de pertenecer a un libro o ser un ángel caído y me lanzo de cabeza en una sima oscura que, en ocasiones, se revela otra entrada al paraíso. Y en verdad he creído encontrar una verdadera pista de lo que pueda estar ocurriendo, y lo mismo, lo mismo, es la felicidad, aunque bien pudiera ser que no lo fuera y que cualquier día de estos me despierte mojado y aterido de frío con las alas aplastadas a las espalda y la cara lívida deseando morirme de una vez.
Me has recordado a Ezequiel...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=NarNlnHYO7U
A veces hay que procurar borrar palabras tales como "felicidad", "paraíso", "infierno"... y arrojarse simplemente al momento sin pensar demasiado en ellas.
Saludos.