sábado, 3 de marzo de 2012

La felicidad de los extraviados




Yo debí haber salido de un libro. Debo ser, seguro, una especie de ángel caído. No sé qué pecado, gravísimo ha de ser, habré cometido, pero me arrepiento profundamente, y deseo volver. (Esto lo digo por si hubiera alguna esperanza de que el libro del que fui expulsado apareciera y me fuera dada la fortuna de reintegrarme a él.) No otra explicación puede dársele a que el único lugar en el que me siento cómodo y seguro sea leyendo. El resto del tiempo estoy desorientado, perdido, ya digo, como un ángel caído que ha olvidado cual fue su pecado y no recuerda nada de su pasado pero persiste en él una incómoda sensación de no pertenecer a su presente. De no ser un semejante a los que le rodean. Como el Lázaro resucitado aquel que, absorto, sentado a la mesa, no conseguía hacerse a la idea de que había regresado de no conseguía recordar dónde.
Y así me siento, amiguitos, algunos días. Pero otros días se que algunos me quieren, y me tienen en cuenta. Y yo los quiero y los tengo en cuenta. Y juntos avanzamos tambaleándonos como borrachos por esta vida tantas veces oscura y tantas veces luminosa. Y, bueno, cierto, algunas veces una gran luz me ciega, y olvido toda esa mierda de pertenecer a un libro o ser un ángel caído y me lanzo de cabeza en una sima oscura que, en ocasiones, se revela otra entrada al paraíso. Y en verdad he creído encontrar una verdadera pista de lo que pueda estar ocurriendo, y lo mismo, lo mismo, es la felicidad, aunque bien pudiera ser que no lo fuera y que cualquier día de estos me despierte mojado y aterido de frío con las alas aplastadas a las espalda y la cara lívida deseando morirme de una vez.

1 comentario:

  1. Me has recordado a Ezequiel...
    http://www.youtube.com/watch?v=NarNlnHYO7U


    A veces hay que procurar borrar palabras tales como "felicidad", "paraíso", "infierno"... y arrojarse simplemente al momento sin pensar demasiado en ellas.

    Saludos.

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