martes, 28 de agosto de 2012

Chistecillo


Un carnicero, con un corte en la ingle

EFE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

-A ver, ojazos, que tienes unos ojazos que se comen el mundo, ¿qué te pongo?
-Con esos piropos que me echas, vaya que si me pones carnicero.
-No me hables así, preciosa, que se me escapa el solomillo.
-Eso es lo que vengo a buscar, fortachón, un buen solomillo que me reconforte.
-Te lo corto o te lo llevas puesto.
-Córtame un buen trozo a ver si me lo preparo bien calenti… pero ¿qué haces?
-¡Ay!, pero señora, ¿en qué quedamos…?


(la noticia no es reciente)

sábado, 25 de agosto de 2012

El hombre es la medida de todas las cosas


Es curioso que, una semana que falta para el fin de las vacaciones me parezcan un suspiro, y esta semana que acaba de transcurrir me parezcan tres años. El hombre es la medida de todas las cosas dicen que dijo un tal Protagoras o Protágoras. Aunque era un sofista -y a mí los sofistas, que, seguro, eran unos tíos muy simpáticos, no me caerían muy bien, porque vendrían a ser como los personajes mediáticos de la televisión de hoy -, creo que -aunque luego él lo utilizara arteramente para salirse con sus razonamientos- en esto tenía razón. Todo lo que ocurre ocurre porque nosotros hacemos que ocurra. Para que nada ocurriese bastaría con “cerrar los ojos”, lo mismo que cerrando los ojos todo desaparece. Y ahí me las den todas si me vienen los objetivistas a decirme que soy tonto, y que todo sigue ahí, solo que yo no lo estoy mirando. Otra cosa es nuestra incapacidad de entrenamiento para “cerrar los ojos”, en eso seguimos siendo los animalitos que somos y nuestro desarrollo evolutivo debería ir por ese lado: por desarrollar las capacidades para no ver lo que no nos de la gana ver y ver solo lo que queramos. No sentir lo que no queramos sentir pero sí lo que sí queramos. Y así con todo. ¡Qué guay!, ¿no? Hay quien teme que ese sería un mundo muy... no sé, mecánico, como demasiado perfecto, pero yo no. El hombre seguirá siendo el desorden que es, y ese desarrollo, como los constantes remozos que le hago a mi pared del salón para cubrirle las humedades, para lo único que servirán es para que la humedad trepe un poquito más arriba, pero termine saliendo igual por alguna parte. Pero, oye, durante un tiempo mantenemos la pared en un estado de revista. Hasta que demos, algún día, con la solución final contra las humedades del hombre. O el hombre acabe consigo mismo de una vez para siempre y ¡chinpón!

viernes, 24 de agosto de 2012

Venid, veraneantes ociosos


Nadie sabe lo que pasa.
Todos nos decimos “nunca pasa nada”
¿Qué tiene que pasar? Nada. Pues entonces todo está bien.
No, no todo está bien. Algo tiene que pasar cuando todos estamos mirando al cielo.
¿Estamos todos mirando al cielo?
No. Hay quien mira al suelo buscando una peseta.
No hay pesetas en el suelo.
No hay suelo.
Nos caemos.
¿Hacia dónde?
Hacia abajo.
No hay abajo ni arriba. Esto se va a acabar pronto.
Más temprano que tarde sin reposo.
Allá está la canción, aquí la nada.
¿Dónde está la canción?
Aquí.
¡Vete a la mierda!
A la mierda me mandaron, a la mierda me fui, y en la mierda me dijeron que era pa ti.
Otra vez la misma canción.
Escucha el silencio.
Silencio
Hola. ¿Hola? ¿Hay alguien? ¿Hay alguien ahí?
¿Ahí, dónde?
Ahí, ahí es ahí, aquí es aquí.
Aquí hay alguien. Ahí, no lo sé.
Aquí también.
Vale. Estamos en un círculo vicioso. Gracioso.
¡Viva el circo!
Los payasos. Había una vez.
Estoy perdido. ¿De qué estamos hablando ahora?
No estamos hablando. Estás solo.
Estoy solo.
Hablo conmigo.
Contigo.
¿Dónde estás?
Te encontré, te perdí. Y he vuelto a no ser nadie.
Siempre serás alguien. No te duelas tanto.
No me duelo. Confirmo. Pater noster, me confirmo en lo dicho.
Eres un redicho, un pedante, un vicioso.
No sé lo que soy, así que eso también me vale.
Vale.
¿Entras?
Entro. Es muy bonito esto.
¡Ay, señor! ¡Cuánta capacidad de fabulación!
No es capacidad de fabulación. Es capacidad de
¿De qué, dilo, confiesa?
Me confieso, pater noster.
¿Cuándo fue la última vez que te confesaste?
A ver, creo que allá por mil novecientos setenta y no me acuerdo
Bien, reza quince aves marías y doce padres nuestros.
¡Qué profundamente arraigada está la religión en nuestras mentes!
¿Tú crees?
Creo. Creo aunque sea absurdo.
No eres tan absurdo, hombre, como todos.
Ahí si voy a tener que reírme. Eres un tío ingenioso.
Soy el maestro del Hingenio, el mago del chiste fácil, el fitipaldi de la palabra rápida.
Fitipaldi, quién se acuerda de él ya.
Es que no estoy muy al día en cuestiones deportivas. Ni en nada. Me he quedado anclado en el pasado. Perdóname. Perdonadme todos.
Nos os perdonamos.
Qué bien se siente uno cuando ha alcanzado el perdón. Estoy como más ligero.
Te saldrás volando por encima de las nubes, agárrate a algo.
No hay nada a qué agarrarse. Aquí no hay nada. Y yo soy nadie. Así que poco importa.
Adiós
Adiós.

jueves, 16 de agosto de 2012

Extractos de La Diosa Blanca, de Graves

Ningún poeta puede esperar comprender la naturaleza de la poesía a menos que haya tenido una visión del Rey Desnudo crucificado en el roble podado, y contemplado a los bailarines con los ojos enrojecidos por el humo acre de los fuegos sacrificiales, marcando el compás con los pies, los cuerpos toscamente inclinados hacia adelante y cantando monotonamente: "¡Mata! ¡Mata!" y "¡Sangre! ¡Sangre!"

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La Diosa Blanca es antidoméstica, es la otra mujer perpetua, y es ciertamente difícil que una mujer sensible desempeñe su papel durante muchos años porque la tentación de suicidarse incurriendo en la simple domesticidad acecha en el corazón de toda ménade o musa.

sábado, 4 de agosto de 2012

Un maestro y su discípulo


“Búscate bajo las piedras”, dijo el maestro.
“Maestro, no puedo estar bajo las piedras”. El maestro se quedó dudando. Miró las piedras, miró el cielo, se miró el ombligo. Se sacó una pelotilla. Se hurgó la oreja con el meñique y se lo limpió en la túnica. Todo lo hizo con una serenidad infinita, con una paciencia inacabable, con una pachorra desquiciante para el discípulo que observaba cada gesto como si la aclaración fuera inminente.
“Pues entonces no pierdas el tiempo”, se tiró un pedo y comenzó a andar sobre las piedras y cuando llegó al agua continuó andando sobre el agua sin transición, hasta alcanzar el otro lado del río. Y siguió andando hasta perderse en la maleza.
El discípulo se quedó petrificado, con la boca abierta, incapaz de reaccionar ante lo que había visto. ¿Y qué era lo que había visto? ¿De verdad su maestro había caminado sobre las aguas? Imposible. Corrió hasta donde creía que era el punto exacto por el que su maestro había vadeado, por encima, el río y trató de localizar los apoyos que aquel había utilizado. Pero no pudo hallar nada. Entró en el agua y recorrió la corriente, que le llegaba hasta el pecho, varias veces, a un lado y a otro. Aquello no podía ser. ¡Su maestro había caminado sobre el agua! Salió chorreando y se sentó en las piedras. Sintió las piedras calientes bajo su cuerpo. Le agradó ese contacto porque el agua estaba muy fría. Se quitó la túnica y quedó desnudo sobre las piedras. Las piedras le comunicaban su calor y era muy agradable. Se dio la vuelta para recibir el calor por delante. Así estuvo, rodando sobre las piedras, hasta que su cuerpo recuperó el calor y el agua se evaporó completamente. Pero la túnica aún no se había secado, así que la extendió sobre las piedras y se sentó junto a ella a que se secara. Meditó sobre lo que le había dicho su maestro. ¿Qué querría decir con eso de buscarse en las piedras? Realmente su maestro parecía bastante volado. Pero no cabía duda de que anidaba en él una sabiduría ancestral. ¡Caminar sobre las aguas!, eso no se había visto desde los tiempos de Jesucristo. Realmente había hecho bien abandonándolo todo y viniéndose a aprender … ¿aprender qué? No sabía muy bien qué es lo que había venido a aprender. Buscarse en la piedras. Le daba vueltas y vueltas esa idea en la cabeza. Absurda idea la de buscarse en las piedras. ¿Buscarse en las piedras? Miró hacia las piedras, apartó algunas de la superficie. Se sentía ridículo, pero apartó algunas más haciendo el agujero más hondo. Acabó por encontrar agua, y su reflejo allá en el fondo. Vaya. Ahí estoy. Me he encontrado. ¿Y bien? ¿Qué significará esto? Algo debe significar. Me he buscado en las piedras y he encontrado mi reflejo. Mi reflejo sepultado por las piedras. ¿Qué? Si es por sacar conclusiones absurdas...tal vez ahora me diga que tengo que sacarme de debajo de las piedras, ahora que me he encontrado. Estoy sepultado por las piedras. Me busco y ahora debo sacarme de debajo de las piedras. Si. Eso eso. Debo sacarme de ahí. Pero cómo. Cómo voy a sacar mi reflejo...
En esa profunda meditación estaba el discípulo cuando sintió un sonido peculiar. Luego otro aún más peculiar. El maestro orinaba tranquilamente a unos metros de él. Y mientras lo hacía se le había escapado otro pedo. Cuando terminó de orinar se bajó la túnica y se rascó el culo. Caminó hacia el discípulo, pero aparentemente no lo veía. Iba completamente volcado hacia su propio interior. Inadvertidamente metió la pierna en el agujero la sandalia se le empapó con el agua que allí había hecho aflorar las pesquisas del discípulo. Lanzó un juramento. Continuó su camino a lo largo de la orilla y a unos cientos de metros se sentó al pie de un árbol.
El discípulo lo había observado todo en silencio. Cada gesto del maestro le parecía simbólico. Lástima que no tuviera algo con qué anotar porque sin duda se olvidaría de muchas cosas cruciales para aprovechar al completo sus enseñanzas. El maestro había pisado su reflejo. Su reflejo en el agua. Pero esta vez su pie se había hundido en el agua. ¿Por qué? Antes había caminado sobre el agua, pero ahora se había hundido en ella, precisamente donde él había visto su propio reflejo. Pero antes el maestro se había vaciado de sus propios líquidos. ¿Una purificación? No, orinar es un acto fisiológico normal. No hay que interpretarlo de ninguna manera. Pero, ¿es así?, ¿puede creerse que un hombre que cruza un río andando sobre el agua realiza algún acto banal? No.
Se dirigió hacia donde estaba el maestro, que dormitaba. Cuando éste oyó el ruido de los pasos del discípulo sobre la graba se despertó y lo miró con rostro algo aturdido:
“¡Ah!, ¿estás aquí?”
“Maestro, ¡has caminado sobre las aguas!”
“¿Ah, sí?. No me he dado cuenta.” etc.

Rastros




Una huella en el espejo
un ruido de pasos apagados
una sensación de presencia
un calor guardado apenas presentido
un chasquido que recuerda...¿tu risa?
una voz ya olvidada que lucha por ascender hasta la superficie

La Saga/Fuga de RR




me apresuro a dormir
por si te sueño
y demoro el despertar
por si te he soñado
ya despierto te imagino
que es sueño en vela
y así paso a solas
todo el día contigo
y vivir no me pesa
porque no vivo