martes, 30 de julio de 2013

¿Huelen las mujeres a naftalina?

¿Te conté que hasta los veinte años yo creía que el sexo de las mujeres olía a naftalina? Bueno, no era exactamente naftalina, que no sé a lo que huele, sino a esas bolsitas de olor que se ponen en los armarios para quitar el olor a humedad y espantar a los bichos. No es que creyera eso conscientemente, por supuesto que racionalmente sabía que no podían oler a eso, pero en mi subconsciente el sexo de las mujeres estaba asociado con ese olor y con la palabra naftalina.
En mi infancia y adolescencia, casi nunca salíamos de vacaciones. Nos pasábamos la mitad del verano en el Carrizal, donde mi madre podía descansar un poco gracias a la ayuda de mi abuela. Nosotros éramos cinco chicos, todos muy seguidos, y ya te puedes imaginar el trajín que era para mi madre el llevar la casa con cinco bestias, más mi padre que cuando estaba en casa parecía un mueble ardiendo. Ardiendo porque fumaba como un tren. Ahora, eso sí, muy manejable. Mi madre le decía, ponte aquí y allí se iba él con sus cigarros, su cenicero y su periódico o su libro, que mi padre leía a toneladas.
La otra mitad del verano nos quedábamos en Las Palmas y mis tíos aprovechaban para que le echáramos un vistazo a su casa mientras ellos estaban en el sur, en la península y hasta en el extranjero. Nunca  se les ocurrió invitarnos a pasar una temporarita con ellos, decían que es que éramos muchos y que tampoco era cuestión de invitar a unos y dejar a los otros colgados. Pero ya que estábamos en la ciudad y no teníamos que ir al colegio, que tampoco perdíamos nada echándole un vistazo a la casa de vez en cuando que estaban los tiempo un poco revueltos y no era cosa de dejarla abandonada un mes entero.
Yo era el niño bueno entre mis hermanos, así que era a mí al que le tocaba mayormente esa labor. Y no me desagradaba. Tampoco había nada que hacer durante las vacaciones. Tenía pocos amigos y esos también solían desaparecer en vacaciones. Además a mí me encantaba ir a la casa de mis tíos. Comparada con la nuestra era un palacio. Todo parecía más reluciente allí, más limpio, más elegante. Me encantaba entrar con la llave como si estuviera entrando en mi propia casa. Y pasearme por los pasillos y comerme cualquier cosa que hubieran dejado en los armarios por despiste, un chocolate, unas galletas, lo que fuera. Lo registraba todo. Sobre todo el cuarto de mis primas.
Mis primas tenían edades cercanas a la mía, una mayor y otra algo menor. Las dos estaban buenísimas. Pero eran extraordinariamente distantes con nosotros porque “no éramos de su clase”. La inspección de su cuarto la dejaba para el final. Y allí me entretenía un buen rato en su cajón de la ropa interior. Aspirando los aromas de sus bragas y de sus sujetadores. Naturalmente era ropa limpia así que no podía oler a ellas y además mi tía acostumbraba a poner en todos los armarios esas bolsitas que decía que daban un olor a … naftalina. Con una de esas braguitas me iba al elegante baño donde las imaginaba a ellas en pelotas duchándose o sentadas en el mismo retrete en que yo me estaba haciendo en ese momento la paja. Esas son las mejores pajas de mi adolescencia y si hay algo que de verdad eche de menos de la adolescencia son esas pajas.
El desengaño me llegó a los veinte años, cuando ingresé en la universidad. Hasta entonces había tenido algún escarceo con chicas, pero nunca había pasado de meterles mano por encima de la ropa y recibir un cachetón. Así eran las chicas de mi tiempo a las que yo tenía acceso. –Muchos años después, ay, demasiados, el coronel Riforfo Rex descubrió que habían otro tipo de mujeres– Pues en la universidad salí con algunas que me dejaron llegar a sus partes blandas. En particular la que hizo añicos las veleidades de mi subconsciente aceptó mi invitación al cine a ver una peli medio erótica que estaba de moda en aquellos días en los que todavía se hablaba de cine erótico. Yo estaba muy nervioso porque no esperaba que la chica aceptase mi invitación. Aquella mujer tenía un cuerpo algo escurrido pero que se había dejado magrear por todos mis amigos y hasta entonces me había excluido de ese beneficio. Tuve que esperar a que saliera con todos y con todos rompiera para que se fijara en mí. Fui paciente como un depredador que espera a que su presa tenga un momento de desfallecimiento y salté encima. Aceptó, ya digo, y yo no tenía planes para cuando eso ocurriera. Así que recurrí a lo del cine. Nos sentamos en la parte de atrás y no se habían apagado las luces cuando ya sentí su mano hurgándome en la bragueta. Tuve mucho miedo a que los nervios me traicionaran, pero la chica no estaba dispuesta a dejar que eso ocurriera; al mismo tiempo que con una mano estimulaba mi polla, con la otra dirigía mi propia mano hacia su sexo. Ella llevaba una faldita hasta medio muslo y no me fue muy complicado descubrir que no llevaba bragas. Yo no sabía qué hacer con este descubrimiento pero ella notó enseguida que lo había descubierto y comenzó a mover la mano con mayor frenesí al tiempo que me chupaba frases cochinas en las orejas. Entre ellas estaban las instrucciones de lo que debía hacer con mis dedos y yo seguía al pié de la letra tales instrucciones.
Acabé mucho antes que ella y mientras ella se limpiaba las manos como los gatos, seguía gimiéndome que continuara como lo estaba haciendo cada vez más aceleradamente hasta que un horrible mordisco en el lóbulo me indicó que había llegado a alguna parte y se quedaría allí descansando un momento.
Cuando salimos del cine yo tenía sangre en el cuello y el hombro y el acomodador del cine nos miró como si fuésemos la vampira y su víctima a medio chupar. De camino a su casa aún nos paramos unas cuantas veces donde quiera que podíamos hurtar nuestros cuerpos entre las sombras y también fue esa noche la primera vez que estuve a punto –después vinieron otras muchas veces que estuve “a punto”- de echar un polvo en toda regla, pero no llegamos a culminar el acto debido a lo inapropiado de los lugares, y a mi inexperiencia.  Tal vez a causa de ella no me cogió el teléfono al día siguiente y eludió mis saludos el resto de la semana. Poco tiempo después empezó a salir con uno que acostumbraba a asaltar a los estudiantes a navaja en los alrededores de la universidad y al mes dejó de venir a clases.
Esa noche en la cama, oliéndome los dedos, descubrí que las mujeres no huelen a naftalina.

Un tipo corriente

Del diario de Riforfo Rex

Yo no he comprendido la vida. No la he comprendido al menos como los demás, con los que me trato de una manera u otra, obran haberla comprendido. A menudo me siento desplazado, perplejo, encerrado dentro de un ánfora, burbuja o clepsidra de cristal, desde la cual asisto a sus gesticulaciones y apenas escucho lo que me dicen, y malinterpreto sus gestos porque, con respecto a mi lógica aquí dentro, con demasiada frecuencia no se ajustan a un determinismo. Tal vez a todos nos pase. Tal vez desde fuera yo no sea sino un tipo corriente.

domingo, 28 de julio de 2013

El primer encuentro entre Romeo y Julieta

1-ROMEO: Si yo profano con mi indigna mano 
este sagrado santuario, el castigo apropiado es: 
Mis labios, dos tímidos peregrinos, dispuestos están para suavizar el áspero contacto con un tierno beso.
 2-JULIETA: Buen peregrino, yerras demasiado tu mano,
 la cual, piadosa devoción manifiesta en ello; 
Porque los santos tienen manos que las manos de los peregrinos tocan 
Y palma con palma es el sagrado beso de los palmeros. 
 3-ROMEO: ¿No tienen labios los santos, y los benditos palmeros también? 
 4-JULIETA: Ay, peregrino, labios que ellos deben usar para orar. 
 5-ROMEO: Oh, entonces, querido santo, dejemos que los labios hagan lo que hacen las manos. 
Que deban orar, gran Dios, es permitir que la fe se vuelva desesperación 
 6-JULIETA: Los santos no se mueven, pero consienten en bien de la oración. 
7-ROMEO: Entonces no te muevas mientras mi oración tiene lugar. 
Así, de mis labios, por los tuyos, mi pecado es redimido. 
8-JULIETA: Mantengan mis labios el pecado que han tomado. 
9-ROMEO: ¿Pecado en tus labios? ¡Oh ofensa dulcemente infligida!
 Devuélveme mi pecado. 
10-JULIETA: Besas como un maestro.
ROMEO [To JULIET] If I profane with my unworthiest hand 
This holy shrine, the gentle fine is this: 
My lips, two blushing pilgrims, ready stand 
To smooth that rough touch with a tender kiss. 
JULIET Good pilgrim, you do wrong your hand too much, 
Which mannerly devotion shows in this; 
For saints have hands that pilgrims' hands do touch, And palm to palm is holy palmers' kiss. 
ROMEO Have not saints lips, and holy palmers too? 
JULIET Ay, pilgrim, lips that they must use in prayer. 
ROMEO O, then, dear saint, let lips do what hands do; 
They pray, grant thou, lest faith turn to despair. 
JULIET Saints do not move, though grant for prayers' sake. 
ROMEO Then move not, while my prayer's effect I take. 
Thus from my lips, by yours, my sin is purged. 
JULIET Then have my lips the sin that they have took. 
ROMEO Sin from thy lips? O trespass sweetly urged! 
Give me my sin again. 
JULIET You kiss by the book.

Esta es mi traducción del primer encuentro entre Romeo y Julieta. Romeo se acerca a ella y la toma de la mano, entonces hila su discurso bajo un manto de religiosidad lo que pone una máscara de santidad a este flirteo. Por cierto que es un baile de máscaras –al menos algunos van enmascarados –pero además estamos en un ambiente donde toda expresión debe tener tintes piadosos. En 1, Julieta es un lugar sagrado para Romeo, el cual lo ha profanado al tomarla de la mano. Eso justifica a Romeo para disculparse con un acto aún más audaz, besarle la mano. Obvio decir que todo lo que sigue es natural y conscientemente un torneo verbal entre Romeo y Julieta, un juego, un flirteo elegante. Quedamos pues en que Romeo toma de la mano Julieta y para disculparse por ese acto, encima va y se la besa. Al indicar que va a besársela para borrar el áspero contacto de su mano, dice de sus labios que son dos tímidos peregrinos –los labios ruborosos, es decir colorados, es decir tímidos-, esto da pie al resto de la lid verbal. Julieta en su respuesta 2, toma la palabra peregrino y se la atribuye a él. “yerras demasiado tu mano”, le dice, aunque ese error no es mal recibido. Eso lo sabemos porque, a pesar de que lo considera un yerro, es bienintencionado pues manifiesta devoción: los peregrinos, por devoción, tocan las manos de las figuras de los santos y los palmeros se saludan o besan chocando sus palmas. Los palmeros son los peregrinos que van a Jerusalen, que llevan una palma a imitación de aquellos que sacudían hojas de palma para celebrar la entrada de Jesús en aquella ciudad. Hay que mencionar aquí que los palmeros son una clase de peregrinos que van a Jerusalem, a diferencia de los peregrinos propiamente dichos que van a Santiago y que tienen como símbolo la concha de vieira, y por último se mencionarán a los romeros que son los que se dirigen hacia Roma que acostumbraban a llevar un cayado con una calabaza, para el agua. Por lo tanto Julieta recibe con agrado el contacto y posterior beso en la mano de Romeo, al bendecirlo con esa expresión de sacralizar el contacto de las palmas, sospecho que también es un juego de palabras con la palma de la mano, al menos en español funciona, palma con palma se referiría tanto a las sagradas palmas utilizadas para recibir a Jesús, como a las palmas de las manos, y al comparar una con otra, sagrada una, sagrada la otra. Vamos que ella está encantada. 
Ahora viene una audacia aún mayor de Romeo. Se pregunta el tío,3: ¿no tienen labios los santos que se tienen que besar con las manos o los palmeros que tienen que besarse con las palmas?  Y claramente está sugiriéndole a Julieta que se dejen de usar las manos y suban más arriba. Julieta se defiende,4: oye, que los peregrinos usan los labios para orar. Y aquí Romeo obra como un maestro de la esgrima verbal,5: pues cambiemos el oficio de las manos –las palmas que se besan– y los labios –que se deben limitar a orar–, es decir, que se besen los labios y oren las manos. Y justifica este intercambio en bien de la fe: que los labios deban limitarse a orar lleva a la desesperación, pudiendo besar. En cristiano le acaba de decir ¡me muero por besarte!, que dirían ahora en cualquier pelicucha o novelucha de amores creyéndolo una forma apasionada de expresar una apasionada emoción. 
¿Se mosquea Julieta? Para nada. Continuando con la alegoría piadosa, ella le dice en 6: los santos se quedan quietos –son meras estatuas–, así que puedes hacer lo que te plazca. Y Romeo va y lo hace, 7: no te muevas mientras te beso. Pero volvemos a la alegoría religiosa: esto no lo hago por vicio, puesto que tú representas un santo, mi beso solo busca redimir su pecado. Julieta está encantada, le ha gustado el beso por lo cual, 8, guarda el “pecado” depositado en ellos. Romeo no está satisfecho, y sugiere otro beso, para lo cual emplea la excusa de que si ha dejado un pecado en los labios de Julieta debe recuperarlo, porque esos labios no pueden quedar manchados, 9. La última frase,10, de Julieta es un quitarse la máscara y dejarse de tonterías, nos hemos besado y por cierto que no lo has hecho mal.

jueves, 25 de julio de 2013

Jaime Sabines


Riforfo Rex leyendo a Sabines mientras conduce. El no va más. No, es mentira. Lo leí hace un rato. El vídeo es viejo. Conducía con las dos manos y con los dos ojos. La cabeza, quién sabe dónde la tenía. Llovía y había niebla. Y sonaba en la radio un cántico vagamente místico.

Analfabeto

Voy leyendo por la calle y un señor me interrumpe el paso para felicitarme por tener la “osadía” de leer en público. Dejo de leer y lo miro inexpresivo: una estrategia de protección por si se trata de un pirado. En efecto, es un pirado y sigue hablando. Le parece que en los tiempos que corren leer se está convirtiendo en una actividad sospechosa y que leer en público como lo hago yo es casi una provocación heroica. Luego cambia de tema y se pone a hablarme de lo admirable que es mi capacidad de concentración, porque eso de caminar y leer debe ser muy difícil. A estas alturas ya me estoy temiendo que el final del discurso vendrá a ser algo así como “si me pudiera dejar al menos unas monedas”, y comienza a fastidiarme. Sigue por lo de que debo haber leído muchos libros, que qué libro estoy leyendo, etc.
No molesten, estamos leyendo
Y entonces la emprende con el fútbol. Que si el fútbol ha sustituido a la religión en lo de atontar al pueblo, que había gente que no se perdía un solo partido de fútbol y que se sabía la alineación de mil y un equipos, pero que nunca se había leído un libro, que si yo podía concebir tamaña ignorancia. Aproveché para interrumpirle: ¿Sabe que yo nunca he visto un partido de fútbol al completo?, ni uno. Pero es peor, yo nunca he jugado un partido de fútbol. Sí, tal vez le he dado alguna patada a un balón, pero lo que es estar en un equipo y jugar un partido de fútbol…nunca.  ¿Concebiría un aficionado al fútbol tamaña ignorancia? En realidad nunca entendí  ese deporte. Lo de perseguir a un tío que lleva la pelota para quitársela y llevársela a otro lado. ¿Eso no fomenta la enemistad entre las personas? Y que, digo yo, ¿no les pagan una cantidad tan enorme a cada jugador? ¿No podrían comprar más pelotas y que, no digo yo cada uno la suya, pero oye, que pudieran jugar todos? A estas alturas el hombre está perplejo mirándome. Yo me callo y lo miro a mi vez recuperando mi rostro impertérrito. Así nos miramos unos segundos uno al otro. Yo alzo mi libro, bajo la vista hacia él y continúo mi camino. Él, supongo, se queda allí mirando cómo me alejo. Y eso fue todo.

martes, 23 de julio de 2013

No soy bueno. Soy malo. Soy ruin, fatal. Una mala persona, egoísta y cobarde. Con mala conciencia y sin voluntad. Soy untuoso, sudoroso y fétido. Soy lo peor.



No soy malo, soy como todos. Pero no soy un hipócrita. Tengo razón, siempre tengo razón, aunque a veces me equivoque, ¿no se equivocan todos? Me defiendo de la ferocidad de los otros pero soy sensible, tengo corazón.
Engaño sin rubor. Y después lloro, pero luego vuelvo a engañar. Nunca renuncio al botín obtenido con mis mentiras. No temo dañar porque no comprendo el dolor en el otro, solo en mí, ¡y cómo sufro!, ¡cómo suplico para que cesen de torturarme! No escucho a nadie y ¡qué solo me siento cuando no me escuchan! Necesito hablar, justificarme ante los otros, convencerlos de mi bondad. De que cuando soy malo es sólo por defenderme. Pero disfruto la venganza y siempre, siempre llego hasta el final. Desprecio a mis amigos, pero no se los dejo saber. Me aprovecho de ellos y no les doy nada salvo cuando yo mismo salgo beneficiado, y entonces les dejo muy claro cuánto me deben, lo que he hecho por ellos. No presto, vendo. No doy, intercambio. Recibo, y agradezco según qué y a quién. No me importa qué piensen de mí en el trabajo, no estoy allí para hacer amigos, sino para ascender. La única tarea que me interesa es la que el jefe ve, el resto que la hagan los otros. Me siento solo y siempre busco compañía. Pero no a cualquiera, si puedo evitarlo. No le debo nada a nadie. Nadie hizo nunca nada por mí; lo mío lo he conseguido yo solo por mis propios méritos. Y mis méritos son muchos. Por eso me tienen envidia, celos, rabia, porque soy mejor que ellos. Me rodeo de escogida compañía, siempre los mejores, los más guapos, los más ricos, los de más éxito, los más populares y ellos me reconocen como un igual, cómo va a ser si no, de otra manera no me merecerían.
Nunca he sido derrotado sino con trampas y engaños, aunque soy el más listo, y no me importa engañar, trampear para obtener una victoria, por pequeña que sea: estoy en mi derecho, todos lo hacen y el que no lo hace es un idiota que no merece respeto, por idiota. No amo a nadie, pero merezco amor, cuándo y hasta cuando yo decida. No comparto, y odio que me traicionen. En cuanto a mí, ninguna pareja puede atarme, soy libre.

lunes, 22 de julio de 2013

De literatura, memoria y cosas de la imaginación

Hay lugares donde nadie estuvo nunca, aunque muchos los recuerdan. Hay, por el contrario, lugares que nadie recuerda haber visitado, y casi todos estuvieron en un momento u otro allí. Después están los lugares comunes, que recuerdan los que los visitaron y no los recuerdan los que nunca fueron.

Lo mismo pasa con las personas y con el resto de objetos materiales del universo. Es una característica, si quieres, no de ellos, sino del órgano que los percibe – no me refiero a los ojos, al tacto o a los otros sentidos sino a la mente que integra esta percepción.

Hay personas invisibles para el recuerdo. Por más que las trates se te olvidan si no están físicamente presentes. En cambio otras, que nunca has conocido, te resultan muy familiares. Y luego están las personas corrientes, corrientes para tu mente, que las recuerdas después de haberlas conocido o no las recuerdas porque nunca las conociste.
¿No te ha pasado eso con algún libro, que mientras lo lees te vas dando cuenta de que ya lo habías leído, pero no es verdad? ¿Y esos otros que por más que los lees siempre es la primera vez? Y luego todos los demás, que recuerdas, aunque sea vagamente, que los leíste, después de haberlos leído, y no sabes nada de ellos – si no es únicamente el título – si no los has leído jamás.

Vale. A lo mejor no te ha pasado. A lo mejor no me ha pasado a mí tampoco. Y bueno, es una posibilidad que tienen las palabras de referirse a un imposible como si fuera un hecho cotidiano. Al describirlo, ¿no estoy dándole una cierta realidad? ¿No existen los unicornios en la mente de todos? Pues, a partir de ahora existirán esos lugares de que hablo, esas personas, esos libros, esas canciones, esos sabores que nunca nadie ha probado pero todos saben a qué saben. ¿No es maravillosa la literatura? ¿No es maravillosa la imaginación?

domingo, 21 de julio de 2013

Rilke

Me burlaré un poco de Rilke ahora que ya voy por la sexta elegía.

Me sorprende cómo se complica el hombre hasta el punto de ocultar completamente lo que quiere decir, y lo que dice puede llegar a significar cualquier cosa.
Supongamos que lo que el tipo quería expresar fuera:  "Pepito se levanta de la cama".

He aquí la redacción de don Rainer María -hombre, ni aspiro a su oscuridad alquímica ni a su perfección estética, entiéndanme-

Aquel en cuyo nombre se recuerda la función
de padre del hijo del Todopoderoso, enviado para redimirnos,
-no se lo podíamos permitir-, aquel, aún en su infancia,
tal vez al amanecer, acariciado por las tibias luces
de un soñoliento astro singular,
inunda de energías sus músculos en reposo, arranca
del misterio del sueño su conciencia, se alza
despegándose del lecho, se eleva, firme, sobre la firme Tierra.


No sé si se nota en la burla, pero quiero a este hombre, que quede claro.

sábado, 20 de julio de 2013

Anosmia

-Y bien, ¿qué le sucede?
-He perdido el olor, doctor.
-¡Eso no se pierde así como así!
-Yo no sé cómo lo he perdido, cuando me he venido a dar cuenta, ya no estaba.
-Suele suceder, uno no le presta atención a las cosas pequeñas, hasta que no están.
-Es cierto, y entonces se vuelven imprescindibles. No vea cómo lo echo de menos, doctor.
-Le comprendo, a mí me pasa lo mismo con mi mujer. Desde que no está, me siento desoladamente perdido.
-¿Se murió?
-No, se fue de casa. El caso es que me vine a dar cuenta ayer, pero, fijándome en el fregadero, hace por lo menos tres días que nadie friega un plato.
-No parece que usted y su mujer tuvieran una relación muy estrecha.
-Yo creía que éramos una pareja muy liberal.
… (breve silencio)
-¿Y con mi nariz qué hacemos?
-Déjela como está, yo no la veo mal.
-Me refiero al olor, doctor.
-¡nsh!¡nsh! Yo no huelo nada.
-El que no huele soy yo, ¿se acuerda?
-¡Ah, sí!, perdone. No hay nada que hacer. Una vez que se va, ya no hay nada que hacer.
-¿Está hablando otra vez de su mujer?
-No, no. Me refiero a su olfato. Se llama “anosmia”, y es crónico.
-Pero, ¿me lo dice así, sin reconocerme ni nada?
-Si quiere le hago un reconocimiento, vaya quitándose la ropa. Pero no va a ser necesario, es un caso de libro. Mírelo, aquí: “anosmia: lo-siento-pero-no-hay-na-da-que-ha-cer”
-¡Oiga!, no bromee. Acabo de perder la mitad de los placeres de la vida: comida, bebida, aromas… Es una tragedia.
-Siempre le quedará el sexo.
-Esa es otra consulta que tenía que hacerle. Me temo que tengo erecciones irregulares.
-Y qué opina de eso su mujer.
-Ella ni se ha dado cuenta.
-¿Es que es partidaria del sexo oral?
-Más bien es partidaria del sexo de boquilla. Yo creo que tiene otro.
-¿Otro pene?
-El paquete completo, quiero decir que tiene un amante.
-Esto va a ser una epidemia.
-¿Cómo dice?
-Nada, me acordaba de mi mujer.
-Como ve, doctor, me estoy consumiendo. ¿Qué será lo próximo: el oído, la vista, la voz?
-Va a tener usted que hacerse budista.
-Lo dice por lo de ir poniendo mi conciencia en paz.
-No, lo digo porque si sigue perdiendo sentidos, lo de la ausencia de deseo le va a salir a usted muy natural.


Vida y media

Me levanto cada mañana a eso de las seis. Mientras me afeito se hace el café. Que me tomo después de la ducha. Vestido y peinado como un niño bueno me voy al trabajo en donde permanezco de siete a ocho horas diarias, algo más algo menos. Remuevo papeles que no entiendo. Escribo nuevos papeles que ignoro para qué sirven y se los envío a otros que los firman sin leerlos y luego depositan en unos casilleros que unos terceros recogen nadie sabe muy bien para qué. Tras cada jornada de trabajo regreso a casa. Almuerzo y luego duermo una siesta.
Durante la siesta viajo a extrañas ciudades, cruzo desiertos o me baño en ríos que nunca antes había visto ni sabía que existían. A veces esos ríos pasan por delante de mi casa y me embarco en ellos y me llevan a lugares increíbles donde batallo con extraños seres o conozco a hermosas mujeres con las que practico sexo que me provocan larguísimos orgasmos. Viajo en tren, en barco, vuelo por mí mismo, sin necesidad de alas o cualquier otro adminículo, por la simple voluntad. Terribles monstruos me devoran masticándome minuciosamente, soy perseguido por ejércitos enemigos que nunca me atrapan. Muero, y al instante siguiente estoy de nuevo allí tratando de recordar como era la sensación de haber muerto.
Me despierto de la siesta. Me hago un café. Leo el periódico mientras espero a que se haga. Y miro la televisión mientras me lo tomo. Me paso el resto de la tarde leyendo o delante del ordenador haciendo no sé qué. A determinada hora saco al perro a pasear al parque. No hablo con la gente, mi perro, en cambio, es más sociable que yo y alterna con todos los perros y con los amos. Regreso a casa, ceno ligero y leo un rato antes de ducharme y acostarme. Me duermo.
Entonces veo gente que me saluda, me toma de la mano y me monta en extraños vehículos que me permiten viajar por el espacio sin necesidad de trajes estrafalarios. Subo a altísimas montañas escalando con mis propias manos y me dejo caer hasta llegar al suelo con la suavidad de un papel o una pluma. Visito ciudades en las que no he estado y salto de edificio a edificio como si fuera un gigante o me pierdo por larguísimas avenidas o reviso minuciosos detalles, un callejón, una placita, un comercio. Voy de la mano de hermosas mujeres que me desean, me besan, me aman. Y su simple compañía me llena de un gozo inexpresable.
 En algún momento me despierto y (vuelva arriba)

lunes, 15 de julio de 2013

La cigarra y la hormiga

La manta del PP se mueve sola. Tal es la cantidad de bichitos que pulula por debajo de ella. Sea una gran bosta de mierda, sean muchos cagajones pequeñitos, lo cierto es que mientras nadie se decida a levantarla para saber de una vez la verdad, todo el Partido Popular apesta. Y no creo que el olor se quede dentro de casa. Apesta internacionalmente como hemos visto ya en algunos diarios extrafronterizos. La gangrena está pudriendo todo el cuerpo y habrá que cortar por lo sano, pero aquí lo más podrido es la cabeza y ¿qué cabeza se va a cortar a sí misma? Nos hace falta ayuda internacional. El que tiene que curarse a sí mismo precisamente es el más podrido. Pero la internacionalidad no se mete en esas cosas, asuntos internos del país, dirán. Nos dicen dónde tenemos que recortar, nos dicen a quién tenemos que bajarle los sueldos y a cuántos hay que despedir, pero no pueden ayudarnos a eliminar la podredumbre.
Esto se solucionará con un "banco malo", el PP necesita un banco malo para cargarle con todas las mierdecillas pequeñitas y que ahí se las componga. Pero el banco malo les ha salido rana. Le han tocado sus millones durante años -pocos, eso sí- amasados como hormiguita y eso no le ha gustado, se quiere pasar a cigarra y ponerse a cantar. Veremos cómo continúa el cuento.

viernes, 12 de julio de 2013

De "Cartas a un joven poeta" de Rilke

La muchacha y la mujer, en su despliegue nuevo y propio, serán solo transitoriamente imitadoras del modo masculino de ser y de no ser, y repetidoras de oficios masculinos. Después de la inseguridad de tales transiciones, se echará de ver que las mujeres solo han pasado por la abundancia y alternancia de esos disfraces (a menudo risibles), para purificar de los influjos deformadores del otro sexo su naturaleza más propia. Las mujeres, en las cuales permanece y habita la vida con más inmediatez, fecundidad, y confianza, deben, en efecto, haber llegado a ser más maduras que el ligero varón, no atraído más abajo de la superficie de la vida por el peso de ningún fruto corporal y que, oscuro y apresurado, menosprecia lo que cree amar. Esa humanidad de la mujer, llevada adelante en dolores y humillaciones, saldrá a la luz cuando haya eliminado las convenciones de lo exclusivamente femenino en los cambios de su situación externa; y los hombres, que todavía no llegan a sentirlo, quedarán impresionados y sorprendidos por ella. Un día (y de esto hay ya signos prometedores, sobre todo en los países nórdicos), un día existirá la muchacha y la mujer cuyo nombre no signifique meramente una oposición a lo masculino sino algo por sí, algo que no se piense como un complemento y un límite, sino solo vida y existencia: la persona femenina. 

miércoles, 10 de julio de 2013

Gran Acontecimiento



El próximo jueves, 18 de Julio, a las 19:30 presentaremos el libro PAPIROMANÍA (Textos para tiempos difíciles) en el museo Domingo Rivero 


Nunca aspiré a la gloria, ni me atrajo
de la fama el estruendo,
ni soñé que mi nombre
pueda en su libro recoger el tiempo.
De esa ambición mi corazón no sabe... 

Pero publicamos un libro, qué le vamos a hacer, y nos atrae de la fama el estruendo y soñamos con nuestro nombre recogido en el libro del tiempo, qué le vamos a hacer. El espíritu es fuerte pero la carne, ay, tan débil.

Los autores: Antonio Lino, Rubén Benítez, Juan José Rodríguez y el infrascrito tenemos la osadía de invitarle a escuchar qué alabanzas es capaz de inventar Alexis Ravelo, como gran fabulador de las letras canarias, sobre la obra en cuestión.

martes, 9 de julio de 2013

El otro yo


Ese otro que yo sería si no fuera yo ya está siéndolo otro, uno de los seis mil millones de seres humanos que pueblan ahora mismo la Tierra, o tal vez ya lo fue uno de los 107 mil millones que la han poblado desde los albores de la humanidad, o tal vez lo será uno de los próximos seres que se encarnarán en el futuro. Muy mal me tienen que venir dadas para que no sea uno de esos ese otro yo que yo sería si no fuera yo.
Más complicado es que el otro yo que sería ese otro si no fuera él, fuera yo.

sábado, 6 de julio de 2013

Don Manuel

Don Manuel es de Agüimes. Aunque no nació allí. Vino con sus padres desde La Laguna, en Tenerife cuando tenía ocho años. A trabajar a la zafra –tomateras- (tiene ochenta y dos  así que eso vino a ocurrir en torno a 1939)
Estuvo casado. Con una mujer mala que le hizo brujería echándole gotas de su regla en la sopa. Estuvo loco durante unos tres años y cuando se recuperó se separó de la mujer.
Luego se arrejuntó con una que era viuda y con ella estuvo cuarenta años. Ella murió (probablemente del corazón) Una mujer muy buena: “la mejor que he conocido”.
Tiene tres hijos. Dos chicos y una chica. El más pequeño, que vivía con él, tiene solo (se señala la cabeza) noventa grados. Estaba con él, pero ahora lo cuida la hija. La hija está bien casada y tiene hijos –la mujer debió conocerlos porque cuando murió estaba con ellos. El otro hijo ha sido medio tarambana. Le gustaban las máquinas. La mujer se le plantó y como él no se avino ella se volvió a casa de su padre con los hijos. Ahora el muchacho se juntó con otra que lo tiene al hilo. Le obliga al darle el sueldo y él tiene que pedirle cuando necesita dinero.
Don Manuel ha trabajado de todo, peón albañil –en el Hotel don Juan, edificio singular en nuestra ciudad por ser el primer “rascacielos” y además ser de planta circular –freganchin en el sur, sepulturero…”yo no le tengo miedo a nada”, dice.
Como sepulturero contó que su padre también lo había sido. Los sepultureros se destacan por ser completamente descreídos de los misterios en torno a la muerte. Su padre se apostó un día con unos amigos del bar a que les traía unos huesos del cementerio –para demostrar que no tenía ningún miedo a los cementerios de noche- y allá se fue. Los amigos se fueron detrás para intentar asustarle y cuando él cogía algún hueso le susurraban “ese no que es de mi madre, ese no que es de mi padre”, el hombre agarró el hueso que quiso y se volvió para el bar y puso el  hueso en la mesa. Los amigos se reían pero él, que era un hombre serio, le torció la burla. La frase que recuerda mucho don Manuel que decía su padre es: “dentro del cementerio nadie me ha hecho nada, es fuera donde uno corre el peligro de que le peguen un palo”.
También don Manuel cuenta una anécdota propia. Una vez se encontró con una bolsa ante la puerta del cementerio, por la mañana, al abrirla  contenía una gallina muerta, unas monedas y no sé qué más. Don Manuel avisó al cura que le dijo que lo tirara todo a la basura. Don Manuel tenía pistas de quién había sido. Otro día pilló a uno revolviendo en una tumba y lo trincó. Se trataba de uno que pretendía asustar a una viuda para convencerla u obligarla a que se fuera a vivir con él. La mujer estaba muy trastornada por la muerte del marido y no quería saber nada de nadie. A raíz de eso estuvo encerrada en una casa de reposo muchos años. El hombre fue a la cárcel y un hijo de ella prometió que si lo volvía a ver lo mataba por eso el hombre no regresó al pueblo cuando salió.
También contó otra historia, no sé si de este mismo hombre, al que la mujer lo pilló en la cama con otra. También por eso, dice, estuvo en la cárcel. La mujer entró en la casa y vio los dos en la cama; entonces salió a la calle y fue a buscar a un guardia y con él se metió en la habitación donde aquellos dos seguían. Se separó del hombre, porque entonces aún no había divorcio, sino separación, y lo echó a la calle.
Don Manuel nunca ha estado enfermo. Salvo por los accidentes laborales que haya podido tener. Ahora, por problemas de circulación le han cortado una pierna. La izquierda. Se la cortaron de dos veces porque el primer corte pretendía salvar algo del pie. Pero no pudo ser porque se siguió infestando y hubo de “cortar por lo sano”. Don Manuel está contento con su suerte, no tiene azúcar, y lo de la pierna parece que ha parado. Es el único viejito que se mueve por la planta de geriatría de la Cajal. La mayoría de los otros pacientes prácticamente no se levantan de la cama y tienen demencia. Don Manuel se pasea por toda la planta en su silla de ruedas y visita a aquellos que pueden escucharle y mantenerle más o menos una conversación. Conoce a todo el mundo allí. Incluido a un tal Gustavo que grita constantemente “enfermeeeraaaa” en la planta de arriba, donde también estuvo. Ya ha visto morirse a unos y marcharse a otros. Lleva ya unos cuantos meses en la clínica, desde febrero que le cortaron. Por la mañana baja un rato a la primera planta a ensayar con la pierna ortopédica. Por las tardes se aburre porque hay mucha menos gente. Se sienta en el vestíbulo del pasillo, frente a la cabina de las enfermeras y espera a que se hagan las nueve y media para acostarse. A última hora, una auxiliar le trae unas galletas para tener algo que roer por la noche.

De la película Johnny Cogió Su Fusil

Me encantan estos dos diálogos:

-Qué es la democracia, padre
-No creas que yo la entiendo muy bien. Como cualquier otra clase de gobierno. Creo que tiene que ver con que los jóvenes se maten unos a otros, me parece.
-Y por qué no se matan los viejos. 
-Porque los viejos tienen que mantener el fuego en sus hogares.
-¿Y eso no lo pueden hacer los jóvenes?
-Los jóvenes no tienen hogares, por eso van a matarse unos a otros.
-Cuando me toque el turno a mí, ¿querrás que me vaya?
-Por la democracia todo hombre debe entregar a su único hijo.
-Yo no lo entregaría.
-Yo no estaré aquí para impedirlo, Joe. Rodéame con tus brazos, necesito su calor para alejar el frío de la muerte.
-No puedo.
-Por favor.
-No...
-Al final siempre pasa igual, todo hombre debe afrontar la muerte por sí mismo, solo.
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Ha sido un sueño. Ha tenido que ser un sueño. ¿Cómo distinguir lo que es un sueño y lo que es realidad si no puedo apreciar si estoy dormido o estoy despierto? Es posible que la rata sea real y esta enfermera sea un sueño. Dios mío, ¿cómo puedo saberlo?
-Lo que hay que hacer es gritar. A veces a mí también me pasa. Sueño que alguien me busca y quieren matarme. Y que mi padre  y mi madre huyen conmigo a Egipto. Oigo el ruido de los soldados persiguiéndonos. Y entonces grito. Grito con fuerza. Y el grito me despierta. Entonces sé que ha sido un sueño. Así que lo que tienes que hacer es gritar.
-Pero es que no puedo gritar. Ni siquiera puedo susurrar.
-Susurrar no te serviría de nada. Otra solución es decirte a ti mismo: "espera un momento, esto es una pesadilla y tengo que despertar para que termine". Haces un esfuerzo para abrir los ojos y el sueño se desvanece.
-No puedo abrirlos porque no tengo ojos.
-Bueno. Eso complica las cosas. En ese caso te conviene autodisciplinarte antes de quedarte dormido. Decirte a ti mismo: "me voy a dormir y no voy a tener pesadillas". Se puede hacer, sabes, con práctica. Te vas sintiendo adormecer...
-No me siento adormecer. No tengo nada para sentirme adormecer.
-¿Nada?... Bien, hay que enfocar el asunto de otra forma distinta. Empezaremos dando por hecho que todo es un sueño, lo cual es cierto porque cuando estamos despiertos tenemos un tipo de sueños y cuando estamos dormidos tenemos otros. La diferencia está en que los del día los controlamos y los de la noche nos dominan. No tienen control. Piensalo bien. Cuando soñaste lo de la rata ¿controlaste el sueño o te dominó el sueño a ti?
-El sueño a mí. 
-Sí, exacto. Si hubiera existido la rata la habrías espantado, ¿no?
-¡Desde luego!
-El hecho de que no la espantaras demuestra que todo fue un sueño.
-¡Sí! Sí...la...No me sirve. Aunque hubiera sido real no la hubiera podido espantar porque no tengo brazos...
-No tienes brazos...
-No tengo nada. No soy más que un pedazo de carne con vida.
-No eres más que ... Esto es una pesadilla peor que tus sueños. Sería cruel fingir que alguien puede ayudarte. ...Tú lo que necesitas es un milagro.
-No, un milagro no; dime que la rata era real y lo que me pasa es un sueño.
-Me parece que sería mejor que te fueras, eres un hombre con muy mala suerte y no tengo palabras.
-Sí, sí, pero antes dime solo una cosa, ¿tu y yo estamos aquí en realidad o es también un sueño?
-Es un sueño.
-¿Cómo lo sabes?
-Por que yo también soy un sueño.
-No te creo.
-Nadie me cree. por eso soy tan irreal como todos los demás sueños que no se han realizado.
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Johnny cogió su fusil. (1971, Dalton Trumbo)

miércoles, 3 de julio de 2013

Oda, o lo que sea, a Svidrigáilov


Oda a Svidrigáilov

¡Oh, tú, crápula! ¡Oh, tú, vicioso!
¡Maldito cínico, vividor!
Tú como muy pocos lo entendiste:
se vive para lo que se vive, para vivir,
y cuando ya no da para más
ahí nos está esperando América.

A ti te paró un muro llamado Dunia,
nunca creíste eso posible, que a ti te parase un muro
invisible con nombre de mujer,
quisiste reaccionar, con vileza,
pero ya era tarde, amigo, ya era tarde,
no pudiste ser vil, y comprendiste,
solo te quedaba, en fin, América.

Un último instante de salvación tuviste
el mismo diablo vino a tentarte,
aquella risa pícara, que saltó de aquel rostro inocente,
te espantó, y ese espanto te llenó de sorpresa,
ya no soy el mismo, pensarías,
me he echado a mejorar, de aquí
solo se va a América.