sábado, 3 de mayo de 2014

Hastío


Con incierta periodicidad me sobreviene un asco por las palabras. Asco es muy exagerado, llamémosle hastío. Pero hastío suena muy… ¡eh, miradme, estoy ahíto de palabras! De cualquier manera que lo diga suena esnob, –hasta esnob suena esnob, ¿qué coños significará esnob?–. Y más teniendo en cuenta que lo estoy escribiendo: ¿Si estuviera hastiado de palabras no debería callarme?, ¿dejar de leer?, ¿de escribir?, ¿de escribir esto? No, todo suena falso, es falso todo esto, y más teniendo en cuenta que mientras escribo estoy pensando cómo va a quedar en el blog; estoy, digamos, imaginándome a un lector –hipotético, hipopótamo, hipoglúcido, hipocrítico– reaccionando a mis palabras, eligiéndolas para provocar esas reacciones más que para intentar hallar la expresión exacta de lo que quiero decir, que realmente no es nada más que que las palabra me hartan, y ya está dicho en la primera frase. Eso, el darme cuenta de todo eso, es lo que de pronto me hace sentir hastío por las palabras (¿hastío por o hastío de o hastío con?, a lo mejor ninguna, simplemente hastío, cansancio, empalago, fastidio). Y entonces pienso en escribir que estoy hastiado –¡oh, cuán hastiado estoy!, y me llevo una mano a la frente mientras la otra la estiro como alejando el mal que intenta seducirme, pero, a la manera de esas lánguidas señoras decimonónicas que tengo en la mente ahora mismo, una de cuyas fotografías buscaré en internet para que usted, lector hipotético –hipoalergénico, hipocondríaco, hipócrita–, no tenga que imaginársela y entonces meta la pata, porque se imaginará otra cosa de lo que yo me estoy imaginando y quiero que usted se imagine, y entonces todo se irá al carajo porque la interpretación de este texto, en el que trato de comunicarle mi hastío de las palabras –¡vive Dios que me fastidiáis cuanto más os menciono viles palabras!–, se volverá una mera acumulación, un amontonamiento, un apelotonamiento de palabras –¿no hay sinónimos para palabra?– Y eso es lo que me hastía –¡aagh!– de las palabras, su falta real de contenidos la mayor parte del tiempo, su levedad intolerable, su inutilidad efectiva salvo para las cosas cotidianas: quiero tres panes, de esos no, de aquellos que parecen más tostaditos, ¿cuánto es?

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