martes, 29 de septiembre de 2015

Otra de mis reflexiones bíblicas

Entre los milagros que realiza Jesús en Los Evangelios, los que más me llaman la atención son dos, que serían, para mí, los que tienen auténtico carácter de milagro y muy poco de taumaturgia. El primero es el de la resurrección de Lázaro al que ordenó salir de la tumba tres días después de que hubiera fallecido. Este, además, está subrayado por una frase genial que dice el futuro Cristo, que es algo así como: “Oh Dios, hazme este favor, pero no creas que lo hago para probarte, que no lo necesito, sino para que ellos crean que eres tú el que me manda”. Para mí esta expresión marca el carácter de auténtica fe que tiene el tío, confianza absoluta en lo que está haciendo. Hay otras prácticas de resurrección en las Escrituras, pero en circunstancias menos precisas que esta. Esta, naturalmente está remarcando los tres días que nuestro amigo va a permanecer muerto después que lo hayan crucificado, antes de salir por su propio pie de la tumba. Precisamente es este paralelismo el que le quita credibilidad como hecho sucedido en favor de relato simbólico sobre lo que está por sucederle al propio Jesús.
El otro milagrillo que me fascina es el de la recuperación de la vista de un ciego de nacimiento en la piscina de Siloé. La cursiva es, evidentemente, porque un ciego de nacimiento no puede recuperar la vista, todo lo más puede adquirirla. Pero uno se pregunta, ¿qué podía ver ese hombre al adquirir de pronto esta facultad si nunca había visto antes? Ignoro la fisiología del asunto, pero desde luego un ciego de nacimiento no tendrá las estructuras cerebrales dispuestas para procesar la información visual procedente de las retinas. Esa información empezaría a llegar de repente y el cerebro no sabría qué hacer con ella, cómo ordenarla en patrones de información que la mente del ex-ciego supiera integrar en el conjunto de información que estaba acostumbrado a procesar hasta el momento. En resumen quiero decir que el ciego no podía saber que estaba viendo, todo lo más empezaría a notar un montón de nuevas sensaciones que necesariamente tendrían que disfrazarse de patrones conocidos, tal vez de sonido, tal vez de sensaciones indefinibles, desconocidas que le provocarían inquietud, desasosiego, incomodidad, o gozo tal vez. Solo después de largos años de entrenamiento preguntando a otros sobre la naturaleza de lo que estaba percibiendo terminaría por aprender a identificar imágenes y a discriminar dentro de ellas objetos hasta llegar, alguna vez, a tener un cierto control del proceso que le permitiría utilizar la información derivada para actuar, en base a ella, en la vida cotidiana. De esto no se dice nada en la biblia, claro, solo se dice que el ciego veía y los sacerdotes no podían creerse que eso pudiera estar ocurriendo. Esto también puede ser interpretado simbólicamente, claro, pues Jesús se representa a sí mismo como la Luz del Mundo y por lo tanto el que ve bajo esa luz es el que llegará a salvarse mientras que el que no ve permanecerá en las tinieblas. Hay ciegos que recuperan la vista; efectivamente, antes veían y dejaron de hacerlo, y gracias a la intervención del Divino recuperaron la visión; es decir, fueron creyentes en una auténtica fe, pero degeneraron, se institucionalizaron, como la mayoría de los sacerdotes y fariseos que desvirtuaron las leyes, exigiendo un respeto riguroso de sus formas, pero olvidando el fondo, el espíritu que esas leyes trataban de preservar a través de su imperfecta redacción. Los ciegos de nacimiento podría estar apuntando a que la nueva creencia que estaba fundando Jesús no estaba destinada exclusivamente a la recuperación de los malos hábitos en que habían caído los judíos sino que se ampliaba a aquellos que no formaban parte de esa comunidad.
Piscina de Siloé, donde el cieguito se lavó los ojos de la mezcla de barro y escupitajo de Jesús

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Leyendo sobre la Crisis Siria



El terror. Vivir bajo el terror. 10 millones de «desplazados» frente a cientos de miles de combatientes. Relación 4 combatientes son responsables del desplazamiento de 100000 personas aproximadamente. Cada cuatro personas con armas consiguen que 100000 personas dejen sus casas y se vayan a otro sitio. Pero esos cuatro no están solos, los apoya incondicionalmente el Terror. Terror Estratégico. Lo que tenemos todos en la cabeza de una manera u otra: si no estás de acuerdo conmigo te mato y asunto zanjado. Y para «convencer» a otros te mato ejemplarmente, llamativamente, con público obligatorio: fusilado, degollado, decapitado, defenestrado, quemado, a pedradas, torturado hasta morir. Que duela, que grites y que todos, cuantos más mejor, lo vean y lo cuenten. (¡Qué gran ayuda ha sido internet en todo esto!, y las nuevas tecnologías, teléfonos móviles con cámara de vídeo y conexión a internet, ¿qué combatiente no tiene uno? Tarifa plana para todos los combatientes del Califato). Gran aliado es el terror.
Todos queremos vivir tranquilos. Llámalo cobardía. Vivir tirado por los caminos, padecer hambre, frío, miedo (no terror) cada día, es preferible. No somos, no podemos ser como ellos para combatirlos. ¿Cómo se soluciona todo esto? ¿Matando? Su poquito no debe venir mal. Ahí están las coaliciones internacionales, el partido kurdo, los ejércitos gubernamentales. Pero el nudo es mucho más complejo: sunís-chiís, yihadistas, salafistas, wahabistas, alauitas, Arabia Saudí-Irán, islamistas moderados-islamistas radicales, petróleo, mercado negro –¿quién les compra el petróleo y las reliquias del pasado que no destruyen sino que venden para financiarse? ¿Quién les vende las armas y la munición que se gasta tanto?–, Occidente-Oriente, Estados Unidos-Rusia... El nudo es muchísimo más complicado. A río revuelto ganancia de pescadores. Otros son los que han revuelto el río, ellos solo están aprovechándose para recoger su poquito de pescado.
En todo esto hay algo que no importa: la gente. En todo lo que está pasando aquí, lo que menos importa es la gente. A ver cómo se lo explicamos a los extraterrestres.
Para mí, este asunto del Estado Islámico es como otra de esas pandemias que han estado ocurriendo últimamente, desde el SIDA, la crisis del Pollo (me refiero a la Gripe Aviar), la crisis del cochino (o Gripe Porcina), las Vacas Locas, el Ébola. Durará lo que durare, pero no tiene futuro porque devora al propio cuerpo que le sustenta. Pero, como las otras, dejará muchos muertos detrás. Esto es algo así como un signo para la esperanza. Nosotros, todavía, estamos en el lado bueno. Aún podemos ironizar un poco con todo esto.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Cuánto somos? ¿Cuál es el grado de nuestra existencia?

¿Necesitamos la confirmación de los otros para saber que existimos? Yo tiendo a creer que sí, que de alguna manera. La búsqueda de fama, de prestigio, la simple satisfacción de saber que los demás te tienen en buena consideración, el hecho de que eso te provoque una sensación de satisfacción me lo confirma. Hay gente que lucha por estos propósitos de manera explícita, se auto llaman competitivos. Buscan lograr la satisfacción de saberse «mejores» que otros en algo,  haciendo cualquier deporte, en la buena realización de su trabajo, «búsqueda de la excelencia» le llaman, o también «ser autoexigente», o simplemente buscando una fama sin base, hacerse conocidos de muchos por cualquier medio. Hay, por el contrario, otros que rehuyen todo tipo de competición, pues se consideran incapaces de vencer a nadie en ninguna lid, dicen de ellos que tienen baja «autoestima». Hasta los que se consideran bastante satisfechos consigo mismo sostienen esa satisfacción, aunque no la reconozcan, en el hecho de que los demás le confirman que tiene razón en sentirse satisfecho consigo mismo.
Esto de «saber que existimos», es como muy trascendental, por supuesto que sabemos que existimos. Pero no sé otra manera de explicarlo. Y qué más da si existimos, pero no tenemos confirmación o a nadie parece importarle demasiado que así sea o no. Pues sí que debería dar. Obviamente existimos, lo sepan los otros o no. Basta con que exista algo que dude que existe para que efectivamente deba existir algo en lo que surja esa duda. Es un razonamiento lógico. Pero nuestra mente no es exactamente lógica. La lógica solo son unas gafas. Que nos han venido muy bien para construir puentes, levantar edificios, extinguir especies y todo eso, pero aún no para comprendernos. Deberíamos ser auto suficientes, y acudir a los demás no como confirmación o soporte, sino como semejantes, pero, sospecho, la mayoría dependemos de la opinión de los demás para construir la opinión que tenemos de nosotros mismos.
Bueno, creo que todo esto ya se ha estudiado en psicología cuando se habla de la necesidad de pertenencia a un grupo y lo que provoca el miedo, generalmente más prospectivo que real, a ser excluido. Pero, ¿esa necesidad de pertenencia al grupo, es solo instinto de protección, de estar arropado por una manada? Puede ser, pero como la mente sublima, muy bien puede derivar en el hombre a una especie de gradación de la sensación de existencia. Cuantos más nos conocen más «fuerza» de existencia tenemos. No sé. 

martes, 15 de septiembre de 2015

ze me pega tó

Como ahora ejcusho a Antonio Mairena, ze me ha pegao un aire que ni Quintero León y Quiroga, zeñore:
Antonio Mairena

Mujé, estás escondía
y no te pueo encontrá
mira ve, no sea jodía
no te pierda de mi vía
que una vía sin tu aliento
le quita a uno el contento

y hasta las ganas de durá

Prosaica vida

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. (Antonio Machado)


Nada os debo, nada me debéis, cuanto he escrito nada fue.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Sobre la voluntad y la física cuántica

Insisten mucho los esotéricos en la voluntad, es decir, el «querer» incondicionalmente como fuerza motivadora para lograr cualquier objetivo. Algo muy parecido a la fe que no necesita avalarse con ningún razonamiento. Al parecer en física cuántica no puede hablarse de una posición de una partícula en un momento determinado, sino de un rango de probabilidades o una función de probabilidad que solo es determinada por la observación. La observación fija la posición o algo así. Es algo muy raro lo que pasa por ahí debajo con eso de la observación. Por fin he comprendido ese experimento de los electrones y las ranuras: cuando se lanzan electrones uno a uno a través de dos ranuras verticales practicadas en una plancha que no dejaría pasar a esas partículas salvo por las ranuras, lo que se deduce es que los electrones se comportan como una onda –lo que se deduce por el efecto que causan al impactar en una pared que está detrás de la mencionada plancha–, que es como decir que el electrón lo mismo pasa por una ranura que por la otra que por las dos al mismo tiempo que por ninguna (yo, esto no lo entiendo bien, lo de que un solo electrón se comporte como una onda, así que todas mis conclusiones no sirven para nada, y tal vez malinterpreto lo que oigo decir al respecto). Pero si se coloca un observador cerca de las ranuras para determinar exactamente por cual pasa cada electrón pues lo que resulta es que el comportamiento del electrón cambia, es decir, el efecto que se percibe en la pared del fondo es como si el electrón efectivamente hubiera pasado por una u otra ranura o por ninguna, es decir, ya no parece que se comportase como una onda, sino como un corpúsculo, materia, una minúscula piedrecita.  ¿A qué viene ese cambio de comportamiento? Pues el único cambio es la observación. Es decir, la observación cambia el comportamiento. Así, los tipos vienen a concluir que el electrón lo que hace cuando no lo observan es situarse en probabilidad en todas las localizaciones posibles, y cuando se lo observe definirse. Pero,  ¿en base a qué se define?, pues vaya usted a saber, tal vez en base a lo que el observador espere que ocurra.
En efecto, hay gente por ahí que quiere estudiar si la expectativa de un observador puede influir en la determinación del fenómeno. Se hacen experimentos con máquinas generadoras de aleatoriedades y dicen que han conseguido que el observador provoque tendencias precisas en los resultados generados por esas máquinas. ¿Será posible que la realidad sea determinada por el observador? El investigador Jacobo Grinberg que estudia cómo es posible que ocurra lo que ocurre en las manipulaciones curativas de los chamanes mexicanos –evidentemente lo estudia porque fue allí y lo observó y creyó que ocurría algo, y luego lo transmitió al mundo en no sé cuántos tomos– cree que la realidad es construida por el observador, que lo que hay ahí fuera es lo que él llama una Matriz de Conocimiento, poco más o menos, supongo yo, un montón de partículas flotando, y que es el cerebro el que las pilla y las convierte, según le conviene, en luz, sonido, contacto, y aún va más allá, cosas en general. Según él estos chamanes, de una manera inconsciente, se sitúan en una posición en la cual son capaces de crear la realidad que les conviene simplemente deseándolo, es decir influyendo por voluntad en la determinación o fijación de la posición de las partículas que andan flotando por ahí.
También este Jacobo ha hecho experimentos que tratan de demostrar que nuestros cerebros, o más bien nuestras mentes, o yo qué sé, están en contacto. Resulta que otro de los efectos raros que se ha descubierto en la física cuántica es que cuando dos partículas se crean al mismo tiempo, ambas partículas están algo así como conectadas, es decir, que todas las mataperrerías que le hagamos a una las sufre la otra. Y eso ocurre instantáneamente, no a la velocidad de la luz, sino instantáneamente estén donde estén ambas partículas. Ahora bien, si resulta que todo el Universo se creó a partir de un gran estallido ocurriría que todas las partículas del universo están conectadas, es decir, que en verdad en verdad todo el Universo es Uno. Todo es uno, es precisamente otra de las máximas heredades desde la más rancia antigüedad en ese mundillo que llamamos del esoterismo para abreviar.
Yo no sé lo que piensan ustedes de todo esto. De hecho no sé ni lo que pienso yo de todo esto, pero me basta con que sea fascinante.
Jacobo Grinber también investigó la posible conexión cerebral entre hombres y delfines.

viernes, 4 de septiembre de 2015

No me vale la pena


me vale la alegría
no te vale la pena
perder la alegría
no nos vale la pena
tanto lamento y dolor
tanta culpa que luego no resolvemos.
Al menos, alegría.
Qué menos.