viernes, 15 de julio de 2016

¡Tengo tetas!

Se despierta con ganas de orinar. Un fastidio, porque ya está a punto de sonar el radio despertador. Pero le desagrada permanecer en la cama con esa presión en la vejiga. Se levanta, va al baño y se sienta después de bajarse el pantalón del pijama. Espera, luego se levanta otra vez, se sube el pantalón y vuelve a la cama. Justo en ese momento empieza a sonar la radio. Música clásica. Ya es la hora de levantarse. Aún así no se resiste a entrar de nuevo entre las sábanas, un minuto, dos a lo sumo. Resignado se levanta otra vez a poner el café, a toda prisa, para volver a la cama durante los diez minutos que tarda en hacerse. Hoy no hay obstáculos, el bote del café está lleno, la cafetera está fregada, la vasija de agua está llena, la operación se hace sin problemas y en menos de cinco minutos ya está otra vez con la sábana hasta la barbilla. Le envuelve un duermevela delicioso con música clásica suave de fondo. Alguna ensoñación pasa volando. Recuerda a un tío buenorro que vio  ayer por la calle y se sorprende, ya estoy con mis veleidades gais, se dice, y sigue duermevelando intentando recordar alguna tía buenorra para compensar. Entre unas cosas, el calorcito de las sábanas, y otras, no sé qué ocurrencias en el subconsciente, le entra un cosquilleo y se arrima a la mujer. La mujer ronronea, un poco roncamente. Le busca las tetas y no se las encuentra, debe estar vuelta de espaldas. Tantea hacia la cara. Allí está la cara, ¿dónde están las tetas? Vuelve a bajar y explora. ¡No están! Baja más abajo ...¡dios, qué es esto! Da un respingo y salta de la cama. En el lugar de su mujer hay un tío. La mujer o el tío se despierta con el alarido que él ha dado. ¡Qué te pasa!, le pregunta sorprendormido. ¿Cómo que qué me pasa? ¡Tienes polla! ¡Pues claro que tengo polla!, ¿que has estado soñando? Y se incorpora en la cama; en efecto no tiene tetas. Es ella, es su cara. Aunque con un corte de pelo algo extraño. Y una forma no del todo reconocible. Es ella. Y esa voz, es la suya, pero no... no es la suya. ¿Qué te ha pasado? ¿Qué me ha pasado con qué? ¿Tengo algo en la cara? Y se tantea. Eres un tío, ¿no te das cuenta?, ¡eres un hombre! ¡Vaya por dios!, al fin te das cuenta después de veinte años! ¿Qué dices? Pues claro que soy un hombre, ¿qué querías que fuera?
Entonces él se calla. En confusión. En confusión de no estar en confusión, de parecerle todo aquello, tan confuso, normal. Poco a poco le va subiendo algo por el estómago, una intuición. Da otro grito y corre al baño. Enciende la luz. Allí está, en el espejo. Él es ella. Ahí están sus tetas. Ahí su cara, tan poco agraciada. Ahí su desastre de pelo. ...Ahí su coño. ¡Joder!, soy una mujer. ¿Pero qué es lo que has estado soñando? Sí que te ha dado fuerte. ¡Soy una mujer! Desde hace cincuenta años, querida. Y no de las peores. Trata él de consolarla. Se acerca, la abraza por detrás. ¿Has estado soñando que eras un hombre?, ¡qué gracioso! ¡Ayer yo era un hombre! Bueno, no puedo confirmarlo exactamente, ni antes de ayer, ni desde hace por lo menos un mes, pero si tú lo dices. Esto no puede ser. Se moja la cara. Se vuelve a mirar en el espejo. Él la abraza, le hace darse la vuelta. Cariño, ¿tú no estarás dormida todavía, verdad? ¿Estarás sonámbula? Y le da unos golpecitos en la cara. Ella se enfada. ¡Déjame! Él comprende que está seriamente preocupada. Tranquilízate, mujer. Habrá sido un sueño muy profundo. Voy a por el café. Quédate un rato ahí sentada a ver si se te pasa. Y se va a la cocina. Ella lo oye trastear con tazas, vasos, cucharas. Se va apaciguando. Comprendiendo. Debe haber sido un sueño. No. Imposible creer que todo lo que recuerdo haya sido un sueño. Toda una vida. Y de pronto, ahora soy mujer. Y, al parecer, es lo que he sido siempre. ¿Qué está pasando? Él regresa de la cocina. ¿Mejor? Cara de preocupación ahora. Venga. Tómate esto. Te traigo una aspirina. No sé para qué. La aspirina sirve para todo. ¿Estás más tranquila? Ella se acuerda de la niña. ¿Seguirá arriba? Sin decir nada, pero con serenidad, deja el café sobre la bandeja y sube a comprobar. En efecto, allí sigue. Todo sigue igual. Exactamente igual. Hasta la copa que dejó anoche sobre la mesita frente al televisor. Todo sigue igual salvo este pequeño detalle. Ayer ella era un hombre. Ayer él era una mujer. Pero él no parece haber notado absolutamente nada. Solo ella percibe esta transformación. ¿Cómo habrá podido suceder? Es imposible. Tiene que haber sido un sueño. Regresa al cuarto. Él se toma el café distraídamente. Cuando ella llega la mira. ¿Ya estás bien? Sí, sí. ¿vaya sueño, eh?, disimula ella. Y se sienta junto a él. Coge la taza y continúa bebiéndose el café. Él le echa el brazo por encima y la besa. Ella siente el beso con extrañeza. Raro. Entonces da otro respingo. Se lleva las manos al pecho. ¡Tengo tetas!
No tiene buena letra, pero se entiende el texto



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