jueves, 28 de enero de 2016

Bacon y Shakespeare

Francis Bacon era un erudito del siglo XVII que se destacó en su tiempo por su labor en política, y, para la posteridad, por sus obras, que trataban, entre otras cosas, sobre teoría del conocimiento; también se considera pionero del método científico actual. En otro orden de cosas, ideó un método de encriptación o más bien de esteganografía, que consiste en esconder un texto dentro de otro de modo que un lector no avisado únicamente percibiría unas ligeras irregularidades, en concreto unas ligerísimas diferencias entre las letras, mientras que un lector que estuviera en el secreto podría decodificar el texto oculto prestando atención precisamente a esas irregularidades. El método consistía en codificar cada letra del abecedario con lo que hoy llamaríamos un código binario de cinco bits; Bacon utilizaba, como bits, las letras a y b. Por ejemplo, la letra a, estaría codificada como "aaaaa", la letra b sería "aaaab" y así sucesivamente -en binario, si hacemos corresponder la a con el cero y la be con el uno, la a se codificaría "00000" y la b "00001", que serían los códigos de cinco bits para cero y para uno. Así que lo primero que había que hacer es codificar el texto que queríamos ocultar con este código. Tendríamos una larga secuencia de aes y bes intercaladas. A continuación obteníamos un texto base en que el ocultar nuestro texto secreto. Cada letra de ese texto base podía adoptar una de dos tipografías, que se diferenciarían entre sí lo suficiente como para que un observador entrenado supiera distinguirlas, pero no tanto que resaltasen demasiado en el texto. A continuación tomaríamos el texto secreto ya codificado, de cinco en cinco bits, y por cada bit decidiríamos qué tipografía asignar a la letra del texto explícito. Si el primer bit contiene un cero, la letra del texto explícito adoptaría la tipografía 1, si el primer bit contuviera un 1, entonces la tipografía seleccionada sería la 2. Ya tenemos cinco letras del texto original que codifican el primer carácter del texto oculto. Así continuamos con todos los caracteres a codificar. Lo que tendríamos sería un texto con una apariencia algo extraña, debido a la diversidad de tipografías, pero que precisamente en esa extraña apariencia ocultaría el mensaje. Este texto que están leyendo oculta un mensaje secreto utilizando, a mi manera, el código de Bacon. Mi manera es que en lugar de utilizar cinco bits he utilizado 28. La razón es que voy a utilizar la tipografía normal y la cursiva y quiero que las cursiva estén lo suficientemente separadas unas de otras para que no resalten mucho en el texto. 28 es porque son veintiocho las letras, incluyo el espacio, que quiero codificar, así, cada código tendrá un solo bit a uno, que tendrá la cursiva, y 27 bits a cero, esto me permitirá separar las cursivas en el texto, aunque la separación entre dos cursivas depende de las dos letras consecutivas a codificar. El único inconveniente es que tengo que tener un texto base que debe ser como mínimo 28 veces mayor que el texto a codificar. En realidad más porque yo solo codifico en los caracteres alfabéticos y no en los números o signos tipográficos. Respecto a lo de Shakespeare, realmente, no sé qué pensar.
Bacon utilizaba un dibujo de cerdo para representarse simbólicamente 

martes, 19 de enero de 2016

Sin gobierno, y por muchos años.

No tenemos gobierno. Y, por lo que parece, hay dudas de que vayamos a tenerlo sin que medien unas nuevas elecciones antes de conseguirlo.  Dicen, los tipos en la radio, que saben de todo, que hay quien cree que le favorecerían una nuevas elecciones, y señalan en concreto a Podemos, que, al parecer se ufana en creer que podrían conseguir más diputados tras una nueva campaña. Me permito disentir. Creo que una nueva campaña electoral favorecería al PP que tendría a huevo para pedir al populacho una nueva oportunidad para seguir levantando este país (no pongo comillas ni resalto nada porque ya de por sí, la constatación del aumento de las desigualdades sociales -es decir, económicas- ya entrecomilla suficientemente) ya que la coalición de las izquierdas se muestran incapaces para salvar sus diferencias. Y es que sucede lo que ha sucedido siempre en este país: No se gestionan bien las prioridades. A mi juicio la primera prioridad tras estas elecciones es que las mayorías de izquierdas (por llamarlas de alguna manera) que han ganado las elecciones, formen gobierno, y luego ya se discutirán las diferencias con el gobierno formado. Pero con eso de la falta de ordenar las prioridades, a las mayorías de izquierdas les interesa primero asegurar no sé qué minúsculas prerrogativas como tener más o menos derecho a formar grupo en el parlamento, formar o no formar parte de la mesa regidora, reformar o no reformar la constitución, o hacer o no hacer referendums, que asegurar la posibilidad efectiva de poder gobernar para luego, en su caso, después de arduas y ardorosas discusiones, decidir sobre cada uno de esos aspectos. Precisamente eso es lo que ha estado a punto tumbar el proces catalán, las diferencias menores sobre quién va a ser o no el primer president. Si se hubieran ventilado esa imbecilidad desde el principio, asegurándose primero que forman un gobierno y declarar la independencia, ahora ya podrían estar discutiendo la fecha de las nuevas elecciones nacionales  para proceder a un cambio de president más acorde con las voluntades del poble (disculpen mi catalán ). Lo que te hace sospechar que en el fondo son unos timoratos, o peor, que los intereses declarados no son los intencionados y que estos obedecen, como ha sucedido siempre, más a acaparar minúsculas cuotas de poder local que satisfagan a los líderes temporales que a objetivos intemporales de auténtica proyección de futuro de una sociedad.
Y, bueno, las cosas no son tan sencillas, lo sé, como nos hacen creer a través de los medios de confusión informativa, los problemas crecen como hongos tras la lluvia cuando la realidad de la auténtica política se impone a la ideología de los buenos propósitos. Pero a veces a uno le gustaría que disimularan un poquito.

jueves, 7 de enero de 2016

Hablo de mí como señalándome con asombro


Hablo de mí como señalándome desde lejos, con estupefacción ante lo inexplicable de mi comportamiento.

Sé que sé y no consigo hacérmelo comprender. Mientras hablo, me miro con ojos vacíos, asintiendo a cada palabra con un gesto mecánico.
--¿qué he dicho?
--¡¿eh?!


Consideran el NO PODER como un fin.

NO PUEDO es el fin del mundo conocido, la catarata que se despeña hacia los abismos. No hay nada más allá de un NO PUEDO. Y aunque otros declaren haber podido, incluso les parezca irrelevante haberlo conseguido, en nada les afecta, porque es otro mundo. En este, NO PUEDO es el fin y es absurdo cualquier argumentación contraria.